Danza Izquierda

Viviendo tierra en guerra interna
con mi pueblo que no despierta
es gente de sonrisa amarillenta
peleando por las apariencias.

Aprieta el pecho en la caravana
la negra gitana, baila bambalana
grita el necio, de oídos chuecos
voz que sacude como trueno.

Ciegos por la salsa y la bachata
entre dominó, hierro, y faldas
Suena un estruendo melodioso
vuelan aureos gitanas y odiosos.

Egos destruidos en un vahído
metales calientes y sinsentidos
humo y sangre son los testigos
de un pueblo izquierdo y activo.

Estudiantes, Lucha, Libertad

Cuando recibí mi suspensión académica, me di cuenta lo importante que era aquel lugar. Definitivamente, aquellas cientos de paredes eran más que concreto armado, sino un lugar dónde se enseña a vivir. Cuando regresé, lo que en un comienzo eran ganas de fiestas y alcohol, se había convertido en una urgencia auténtica por aprender.

Lo más que disfruté de la Universidad de Puerto Rico, aparte de lo académico, fue la relación intercultural entre estudiantes. Allí aprendes del chino que se sienta junto a ti en el salón de clases, o del argentino que conociste en los pasillos de la Facultad. Conoces al cristiano, al budista y al ateo. Todos éramos profesores y estudiantes simultáneamente.

No recuerdo enemistades más allá de algún malentendido por faldas. Durante esta travesía nos unía un fin común: convertirnos en entes pensantes, autosuficientes, capaces de de enfrentarnos al mundo, y devorarlo de un bocado.

Recientemente, han resurgido antiguas visiones que habían quedado olvidadas, porque en este lugar no hay tiempo ni espacio para estos discursos, son temas que dividen. Se ha retomado la pelea estéril causada por la coartación del aprendizaje y la libertad, y se toman bandos. Es de entenderse, porque en este lugar se profesa como religión el libre pensar, así es que hay espacio para llegar a tus propias conclusiones. El problema es que el discurso que se lleva en este momento es uno que confunde, que promueve la enajenación antes del bien común. Hay que sentir por nuestros colegas, porque eso es lo que hace patria.

Hoy, hago mi llamado: estudiantes, profesores, y libres pensantes: entre nosotros no hay enemigos, sino ignorantes y mal informados. La guerra de boricua contra boricua no es una pelea justa, es la misma sangre, y mucho menos si aparte de compueblanos, somos vecinos de estudio.

La lucha debe ser una, y es contra la idea necia y errada. Cuando este mensaje invada nuestro segundo hogar, e intente violentar nuestra paz, hay que sonar las trompetas y disparar los cañones – el disparo de palabras, del discurso sabio y de todas las razones.

Ahora, llamo la atención de nuestros gobernantes: recuerden que su labor se debe al deseo del pueblo. La administración de nuestro país, aunque no es tarea fácil, debe ser ecuánime, y buscando nuestro mejor interés. Recuerden siempre que los estudiantes somos los cerebros del futuro, los que dirigirán nuestra tierra hacia un mejor mañana. El negar el derecho a luchar y estudiar condena esta gestión, tendremos líderes débiles y de pensar poco profundo, completamente incapaces hacer avanzar nuestra cultura.

Enfatizo a estudiantes, decanos, profesores y directores, a la gente, y hasta al presidente: ayer esta guerra y estos motivos eran los suyos – si no lo son ahora – y serán los de tus hijos, nietos, o del hijo del vecino. El estúpido es el único que no se da cuenta que cuando se derrama la sangre del pueblo donde nacimos, la afrenta es contra uno mismo.

El fin de esta batalla es perpetuar una educación libre y accesible, esa es la consigna y la meta. Hay que detener este matricidio. El camino somos nosotros, porque esta lucha que hacemos también nos educa, y más, nos fortalece. Hay que unirse en ideales y en manos.

Cuando alcancemos esta libertad, alcanzaremos la paz. Vayamos, vivamos, y venzamos.

La Verdadera Historia de Puerto Rico

En el año prehistórico 1492, Dios creó una isla en el Mar Caribe llamada Boriquén, y la pobló con dos indios, uno era Adán y la otra, Eva. Ellos tuvieron tanto sexo, que poblaron el territorio con muchos indiecitos, a quienes nombraron Taínos.

Al pasar las décadas, como ocurre en todas partes, la sobrepoblación propició la criminalidad y el uso de drogas ilegales, quienes se adueñaron del lugar. Había “tecatos” por todas las esquinas, así es que a Adán y Eva, quienes habían adoptado los nombres “hippies” Guarionex y Yuixa, llamaron a España para que los ayudaran a poner su isla “bajo control”.

España tenía una fuerza policiaca muy poderosa. Se distinguían por poseer la primera “Fuerza De Choque”, que consistía de unos negritos alterados genéticamente, y alimentados con esteroides para aumentar el rendimiento físico. Luego de recibir la petición de ayuda, enviaron al Cristóbal “El Genovés” Colón, y a Juan “Ponce” De León, junto a dos mil agentes de la “Fuerza De Choque”. Chris y Juan se alojaron en San Juan, y estacionaron a los negritos en unos terrenos baldíos que había en Loíza.

La “Fuerza” comenzó a construir unas edificaciones para alojarse, a las cuales llamaron “Caseríos”. Como es conocido, el uso de esteroides aumenta la agresividad y la urgencia sexual, así es que empeoró la situación cuando comenzaron a violar a las Indias vecinas. A los españoles no les quedó más remedio que pedir ayuda a los Estados Unidos, el primer país Americano.

Ellos pusieron en marcha un plan que incluía Becas “Pell”, estímulos económicos mediante bonos, y dinero para comprar alimentos. También, reforestaron “El Yunque” y construyeron “El Morro”, para fomentar el turismo. También nos ayudaron a combatir los problemas de salud que existían en aquel momento, regalándonos, en primicia, pastillas anticonceptivas y hasta la cura para la gripe porcina. Se dice que próximamente nos llegarán la cura del cáncer y la cura para el SIDA. Los Españoles y Taínos, agradecidos por la benevolencia Americana, les regalaron las tierras de la antigua Boriquén, quienes las renombraron como “Puerto Rico”.

Con toda la maquinaria en marcha, trajeron la televisión, el Cable TV, y fundaron el periódico “El Nuevo Día”, para educar a los indios y negros. Estos fueron los cimientos de una tierna relación de amor, al estilo “The Brady Bunch”, entre los ciudadanos. También introdujeron deportes apropiados para la población general, que antes sólo comía peyote y se lanzaban con unas piedras enormes en unos parquecitos llamados “Bateyes”. Fomentaron el baloncesto entre los negros y el beisbol entre los indios.

Poco a poco, al irse purificando sus espíritus, fueron apareciendo los primeros puertorriqueños blancos y de ojos azules.

Por otro lado, se creó una resistencia al modernismo y progreso: “El Partido Nacionalista”, fundado por los terroristas Pedro Albizu Campos y Rubén Berríos. Este movimiento vil y cobarde envío a los Estados Unidos a una mujer para seducir y asesinar al Presidente de los Estados Unidos, y así obstaculizar la labor de reconstrucción de este preciado país.

Pero, indiscutiblemente, el amor Americano hacia el nuevo Puerto Rico era tan grande, que nos perdonó nuestra afrenta, e incluso, nos permitió nombrar un administrador para nuestro país. Fue este primer gobernante, Luis Muñoz Marín, quien obliteró el movimiento nacionalista, pero marcó otro momento nefasto para la Isla, la creación de otro movimiento terrorista llamado “La Pava”.

Agraciadamente, existían Puertorriqueños fieles y llenos de dignidad, y reciprocaban el cariño Estadounidense. Fue Don Luis A. Ferré, quién llegó a millones de corazones con su consigna “La verdad no grita, la razón convence”. Armado con sólo palabras y el alma en su mano, pudo vencer al tal Muñoz Marín.

Ferré comenzó su labor de reconstrucción, la cual fue continuada por Don Pedro Rosselló, a quién la iglesia Católica beatificó por sus milagros, curaciones y don de palabra. Rosselló trajo, sobre sus hombros, el primer tren de la Isla, y creo sitios para celebrar actividades públicas, uno de ellos conocido como “Choliseo”, cuyo significado en latín es “Diversión de ojos azules”.

Este gobierno, que nos garantiza progreso y bienaventuranza, hasta el día de hoy ha sido continuado por el Honorable Luis Fortuño. Sus grandes esfuerzos han intentado ser saboteados por los recientes miembros de la “Nueva Pava” – “El Caníbal” Acevedo Vilá, Rafael Hernández Colón, y Silverio Pérez – pero no han tenido éxito en su gestión.

De esta manera continuamos hoy viviendo, con el progreso traído por los gigantes Americanos. Le agradezco a mi maestra de Estudios Sociales de sexto grado por narrarme a tan corta edad la cruda verdad de mi Puerto Rico. Mi abuela intentó manchar la reputación de tan ilustrada maestra, haciéndome otra historia de nuestros orígenes, pero qué sabe ella en la chochedad de sus años.

Sueños de Libertad

Ayer vagaba etéreo sobre un valle
translúcido el suelo
soñando esperanzas inalcanzadas
armando las quimeras quebrantadas
de la gente, y las mías
las almas eran todas diferentes
pero eran en común
todas libres.

Hoy camino descalzo
sobre la piedra inédita
con las manos maltrechas
y la tierra entre las uñas.

Cuando miro alrededor
veo un gigante, y él nos mira
nos cela, ese dueño
alimentándose de nuestra piel
sediento de nuestra alabanza
de nuestra ignorancia.

Y veo miradas vacías –
perdidas –
me pregunto si prefería ayer
cuando me soñaba fantasma
cuando mi ánima vagaba
taína.

Pero hoy no importa ya,
porque es ayer,
y mañana llegaré
con manos sucias y pies descalzos
a defender esta trinchera
con los sueños de antes
para darle a mis hijos
un cielo abierto
tal vez etéreo
tal vez sólo en delirios
pero siempre libre.

La Ignorancia Socio-Cultural del Puertorriqueño

Hace muchos miles de años nació el Puertorriqueño, cuando llegó la cultura Ortoiroide desde el Orinoco hasta nuestras tierras. Años después, llegaron los indios Arahuacos y los Saladoides, también de Sur América. Los estudios antropológicos muestran que, aunque eran razas pacíficas, dedicadas a la agricultura y a la artesanía, eran muy feroces al momento de defender sus tierras y su gente. Esta ascendencia se fusionó en quienes conocemos como Taínos.

Más o menos a mediados del milenio pasado puso pie en la Isla, para aquel entonces llamada Borikén, por accidente, el hombre Europeo Occidental. Notando el potencial económico de su importante hallazgo, regresó con miles más, y nos dejó su legado: quinientos años de régimen Español, durante el cual se cambió como veinte veces el nombre de la tierra conquistada, se exterminó la raza Taína, y se implementó una política esclavista y elitista, de la cual todavía sentimos las réplicas. Más de cinco mil años de antropología, ignorada y borrada en un abrir y cerrar de ojos.

El control de aquel Imperio fue culminado como consecuencia de la Guerra Hispanoamericana, sólo para ser reemplazado por el control de otro más grande y poderoso: Los Estados Unidos de América.

Grandes Puertorriqueños, cómo Hostos y De Diego, vieron esto con buenos ojos, porque pensaron, ilusamente, que este sería el primer paso para el reclamo de nuestra libertad nacional, pero vieron sus sueños de libertad pisoteados. El nuevo imperio, no sólo intentó borrar el ente puertorriqueño como pieza cultural, sino que aniquilaron en su totalidad cualquier movimiento social con reclamos hacia la autosuficiencia. Muchos de nuestros más importantes pensadores emigraron a otros países, al darse de frente con una muralla de piedra. ¿Cómo puedes defender sólo a un pueblo de su gigante opresor, cuando al pueblo no le interesa ser defendido?

Cuando el país estaba viviendo su propia versión de la Alta Edad Media, un puertorriqueño se levantó con deseos de erradicar el hambre y la pobreza: Este hombre se puso de pie, y su voz clamó por igualdad social. Y se paseó por todos los arrabales y barriadas. Y le ofreció al hombre pan, tierra y libertad. Y le ofreció a un pueblo en desventaja socioeconómica un pacto con el Dios Norteamericano. De ahí surgió el Estado Libre Asociado, y su padre fue Luis Muñoz Marín. Todavía hoy sentimos las repercusiones de este contrato fáustico – ni los cuentos de Don Abelardo, ni los reclamos de Albizu serían capaces de sacudir las mentes que, hasta el día de hoy, están enmarañadas con el fruto del Árbol del Bien y el Mal.

Hoy en día no nos falta nada, pensamos. Hemos alcanzado un nivel de progreso inigualable, envidiable por todos nuestros compañeros Antillanos. Tenemos televisores del tamaño de una pantalla de cine, y hasta el más pobre tiene un automóvil súper moderno, de esos que se deslizan por nuestras carreteras como plumas a merced del viento. Lo que se perdieron los Taínos – pensamos – que andaban por ahí jugando con piedras en el batey. O nuestros abuelos, que tenían que caminar con sus zapatos rotos y trapos a la iglesia – ahora puedes ver la Misa de Gallo por Internet. Hemos cambiado nuestros valores sociales y culturales por el poder adquisitivo que nos ofrece el progreso económico. ¿Es esto motivo de orgullo?

Cada día que pasa, perdemos más nuestra identidad. No conocemos a nuestros hombres ilustres, ni nuestra historia, pero si conocemos a los dos “Em Jays”: Michael Jackson y Michael Jordan, aunque nada malo tiene el conocer la historia estadounidense. De igual manera, es importante permearse con el conocimiento de la historia universal, obviamente, porque somos una sola especie humana, y no somos precisamente la cultura más vieja del planeta. Hacer un llamado a acoger esa mentalidad insularista es un grave error.

Por otro lado, permitir que nuestra identidad sociocultural se diluya es otro error, pero ese es nuestro legado tras más de setecientos años de coloniaje. Nos enseñan que la alienación de nuestras raíces es el elemento clave para ser par humano con la “Gran Corporación”, como le dicen algunos. Nosotros no necesitamos ser pares con nadie, pues tenemos grandes elementos que nos distinguen de los demás, pero se nos enseña a sentir vergüenza de nuestra personalidad puertorriqueña. Cada vez se toca menos Plena, y vemos menos artesanía autóctona, favoreciendo el producto extranjero, el cual se nos ha inculcado que es mejor.

Como señalé anteriormente, el conocimiento de una cultura que nos une a nivel universal no es el problema, el problema es la falta de reconocimiento de la local como una con igual o mayor validez dentro de nuestro marco histórico. Es increíble ver como nuestro Eugenio María de Hostos goza de reconocimiento y homenaje a través de toda América Latina. En el mundo se le reconoce como “El Ciudadano de las Américas”, y aquí lo relegamos a “el tipo ese que tiene un día de fiesta que no sé ni cual es”.

Don Pedro Albizu Campos, fue gran revolucionario puertorriqueño. Muchos lo recuerdan en mi Puerto Rico por ser un terrorista, un gritón, y por incitar a las masas a la subversión. Además, era Ingeniero Químico y Abogado, graduado de Harvard en ambas disciplinas, y dominaba con fluidez los idiomas español, inglés, francés, alemán, portugués, italiano, latín y griego. Este país está lleno de inmortales a quienes se nos fuerza a olvidar. Nos han convertido en un país sin logros, ni estrellas.

No sólo se nos enseña a tapar nuestras huellas, sino que también llevamos generaciones vendiendo, a precio demasiado barato, nuestros logros y nuestra libertad. ¿Hay dignidad en regalarle el sudor de tu frente y los callos de tus manos a un terrateniente malagradecido, a cambio de que te condicionen la forma en que tienes que vivir? En el amor a la progenitora hay dignidad, en el desprecio a la patria que sostiene a ambos, sencillamente no la hay. El trabajo dignifica, el ocio te condena. Y esperar que venga el más grande y te solucione los problemas que él mismo te causa, cuando a él le dé la gana, es sencillamente humillante. El puertorriqueño no debería suplicar por ayudas, ni por condiciones dignas de vida – como ser humano capaz, debe levantarse en sus propios pies y obtenerlo por sus propios méritos.

Esta es nuestra nación, aunque se nos haya restregado en la cara generación tras generación que somos un territorio sin identidad ni sabor. Puerto Rico tiene alma, y es esa del indio altivo que daba la vida por proteger su legado.

La Memoria Corta del Puertorriqueño

Me encontraba escribiendo un ensayo acerca de “la corta memoria sociocultural del puertorriqueño”, cuando me di cuenta que la tierra que estaba arando era esteril.

Entre más enfatizaba la manera en la cual, paulatinamente, se nos roba nuestra identidad nacional, más me daba cuenta que nadie nos la roba: nosotros mismos la estamos dando en bandeja de plata, o más bien, intercambiando por un supuesto progreso económico. Enfatizo en lo “económico” porque es en el único plano en que nos estamos enriqueciendo, aparentemente.

No pienso perder el tiempo explicando todas las ventajas que tiene Gringolandía con este intercambio. Es completamente inútil, porque mis compatriotas están ciegos, y cambiaron la razón por el Cable TV, y su dignidad por los “cupones” y la Beca Pell.

Me siento inútil e inefectivo en mi discurso, y es una sensación completamente frustrante. Es una pena que los grandes ilustres de principios y mediados de siglo — Hostos, Betances, Arce De Vázquez, Albizu, y muchos más — hayan dejado su sangre en papel, y tan grandes discursos hayan quedado en el olvido. Así es que por este medio les comunico mi parecer, aunque no espero empatía de nadie. Sólo me cabe agradecerles el tiempo que perdieron leyendo mi fluir de conciencia, muy poco compartido por mis compañeros puertorriqueños.

La Mentalidad Del Colonizado En El Siglo 21

Según nuestros diccionarios, la mentalidad colonial o colonialismo mental se refiere a “una noción cultural de inferioridad considerada a veces entre poblaciones subyugadas y colonizadas previamente por entidades extranjeras”. Esto, aunque inicialmente no nos suene familiar, lamentablemente es la realidad que vivimos en nuestro Puerto Rico, día tras día.

El 1493 marca la fecha del comienzo del colonialismo en nuestro suelo, cuando el italiano Colón pisó nuestras tierras. Esto abrió las puertas a que la monarquía española se adueñara de nuestras tierras, y luego nos cediera como botín de guerra a los Estados Unidos, cuyo régimen vivimos día a día.

Muchos podrán diferir en cuanto al término “régimen”, porque ven la llegada del Imperio más poderoso del mundo como una fuente de bendiciones, democracia, y del llamado “progreso”. Es un régimen, porque al final de la historia, tenemos que cumplir con los estatutos establecidos por el gobierno yanqui queramos o no, sin más ni más. Bajo estas presunciones impuestas y predispuestas se esconde nuestra maravillosa mentalidad del colonizado.

– “Pero debemos ser agradecidos por todas esas ayudas federales que nos envían… ¡Sin ellas, no seríamos nada!”

– “¡Esas becas Pell me permitieron tener una educación de primera categoría!”

– “¡Como criticas a los Estados Unidos, pero como te gustan los chavitos gringos!”

Si retrocedemos en el tiempo, mediante nuestros maravillosos libros de historia, podemos ver las luchas por la independencia en todos los aspectos. En la constitución gringa se establece una “libertad de prensa”. Los afroamericanos esclavizados y las mujeres lucharon también por igualdad de derechos, es decir, que no se les viera como inferiores, sino como igual, con todas las libertades que eso conlleva.

– “¡Democracia!” – gritamos todos a coro – “¡Ese es el nuestro legado!”, sin embargo, es una democracia ficticia, disfrazada con el manto de la libertad por la cual luchamos en el medio oriente. Nuestros compatriotas caen allá, luchando por una guerra que no es ni siquiera suya.

Puerto Rico es el único país que carece de sed de libertad. Se le ha enseñado a lo largo de los siglos que no puede hacer las cosas solo. Se nos ha enseñado que lo que se produce aquí es una porquería, que lo de afuera es mejor. Hay hasta unos libros de historia que narran de la manera en que los puertorriqueños se reunieron a recibir a los americanos, todos sentados juntos y revueltos en Guánica… “¡Viva la tierra de las cuatro estaciones, la democracia, el dólar, y la libertad!” Y entre más lo pienso, más se me tuerce el estómago.

Me entristece no poder mirar un libro de historia que hable de cómo los Puertorriqueños se unieron para conseguir metas en común, o de cómo un grupo líder de compatriotas resolvieron nuestra crisis económica, energética y social. Obviamente eso no ocurrirá mientras estemos esperando que, como un rayo de luz en el alba, como el milagro de la vida misma (ya sea por concepción natural o por clonación), como Don Quijote en guerra con los molinos, venga Barrack Obama, vestido de blanco, y con su vara mágica, solucione nuestros problemas. Y si no fuese Obama, estuviéramos esperando que Tío Sam viniera en persona y se sentara con nuestros gobernantes a arreglarlo todo, con decir “Abracadabra”.

Es increíble que disfrutemos de todas estas magnas producciones fílmicas, cuyo propósito es resaltar y avivar los principios humanos, y no absorbamos al menos un poco de esta ficción y la convirtamos en realidad. ¿Quién no se conmovió al ver a un William Wallace morir destripado por perseguir su ideal de libertad y amor, sin embargo, condenamos a un Pedro Albizu Campos, cuyas motivaciones eran similares?

Vamos a desprendernos de este mantengo sicológico. Cuando miro alrededor, veo demasiadas estrellas, y ninguna es nuestra. Camino por la calle y veo McDonalds, JC Penneys, Sams, Walgreens y Walmarts, lo que me pregunto es: ¿Cómo serían las cosas si esas cadenas no se llevaran nuestro capital, y se quedara invertida en nuestra industria? ¿No tenemos la capacidad? Eso es lo que quieren que pensemos. Dejemos de pensar que lo nuestro no vale, y vamos a hacerlo valer. Vamos a romper el yugo y a reclamar lo que es nuestro.

Yo tengo una fórmula infalible. Creo que la raíz de nuestros problemas de autoestima cultural radica en la falta de educación y pérdida de valores de familia. En la educación se encuentra el refuerzo histórico que demuestra que no hay nada más preciado que la libertad, y en la familia se encuentra la unidad que necesitamos como patria. Una vez logremos reforzar estos pilares, lograremos todas y cada una de las cosas que queramos hacer, porque la verdad es que tenemos los profesionales, la tecnología, y más que nada, la inteligencia para salir hacia adelante. Lo que falta es el estímulo para querer ser mejores seres humanos, capaces y autosuficientes.

Una vez que logremos descolonizar nuestra siquis cultural, podremos convertirnos en una nación en la cual nuestras reglas y nuestra gente sean las que valgan. Que sean las guerras que nosotros escojamos luchar las que peleemos con rifles o machetes. Pero más que nada, que cuando se mencione en la China el nombre de Puerto Rico, lo único que puedan decir es que somos un país que hemos sudado por lo que tenemos y que no esperamos por nadie, por bueno o por malo que sea el resultado.