Ansiedad

…y repentinamente, pero poco a poco, se va apretando tu pecho. El poco aire que queda en el respirar muere lentamente. Buscas, haciendo un esfuerzo inútil, robar un poco de oxígeno de los alrededores, mientras piensas que estás infartando. Tus manos se vuelven heladas y sudorosas. Tus ojos se tornan saltones, tu boca se deforma exclamando alaridos mudos, tu rostro es espejo de la desesperación personificada.

“Estás muriendo” – dice repetitivamente tu pensar.

Tu visión se vuelve nublada, y justo cuando vas a caer al suelo, logras capturar un poco de aire. Luego, un poco más, mientras caminas, haciendo mil ademanes que no significan nada, porque nadie los ve. Sólo tu “yo” interior: tu alma, la que pensabas que se estaba desdoblando, huyendo de tu piel yerta.

Paulatinamente, vas calmando. Aún mareado, continúas respirando, y con las manos frías, vives nuevamente.