Hace casi dos mil años, existió un emperador romano llamado Constantino, quien también es conocido como Constantino El Grande, o Constantino I. Su importancia histórica radica en que es el padre del Cristianismo, tal y como lo conocemos hoy en día.
Este emperador Romano fue uno muy poderoso, victorioso en muchas batallas. La más famosa fue “La Batalla del Puente Milvián”, cuya victoria lo llevo a unificar el Imperio Romano, el cual comprendía casi toda Europa. Constantino luego relató la manera en que obtuvo su victoria mediante la fuerza de Cristo, quién lo guió presentándole unas visiones.
Antes de su época, los Cristianos eran perseguidos por el Imperio Romano, pero Constantino había sido educado en estas doctrinas por su madre, Helena, así es que detuvo estas persecuciones formalmente. Fue Constantino quien publicó las primeras Biblias, elevó como símbolo sagrado la cruz, e implementó el “domingo” como día sagrado. Para lograr todo esto, intentó unificar varias religiones romanas en una universal, o católica. También, se proclamó “Máximo Pontífice”, por lo cual se le considera también el primer “Papa”. Gracias a este enorme esfuerzo, el Cristianismo se esparció, no sólo en Roma, sino a través de toda Europa. Esta proeza lo consagró, ante los ojos de la Iglesia Católica, como San Constantino, y a su madre, como Santa Helena.
La publicación de las primeras Biblias es algo que me resulta muy interesante. Inicialmente, se crearon cincuenta biblias, las cuales fueron traducidas y editadas a conveniencia del emperador, por Eusebio de Caesarea, un historiador de la época.
Aunque Eusebio no era muy educado dentro de las doctrinas Cristianas, era un investigador insaciable, y notó muchas discrepancias en las “Sagradas Escrituras”, como por ejemplo, el estilo de escritura en las epístolas de Pablo, y así lo dejó saber. Pero no queda ahí, sino que catalogó algunos documentos de no canónicos, y hasta de heréticos, así es que las dejó afuera de su publicación.
Cómo todo libro de gran envergadura, no existe sólo una versión. A Constantino no le gustó el estilo de algunas biblias, y se las regresó a Eusebio para que las revisara. A ojos de muchas personas que no conocen la historia, la biblia cristiana es un libro perfecto, pero desconocen todos los cortes y ediciones que sufrió para convertirse en la “Obra Maestra” que leemos hoy día.
Retomando la historia de Constantino, él tenía la idea que para tener un Imperio exitoso, debía haber unión de Credo Religioso, de Gobierno, y de milicia, y así lo hizo – no hubo nadie que detuviera su paso. Hoy día disfrutamos su herencia: Una religión editada, pero conveniente. El que hable de perfección y coherencia en este libro milenario, no tiene idea de lo que dice.
La verdad es que si este emperador hubiera decidido que, en lugar del Cristianismo, la religión que más le convenía al Imperio Romano era el Raelianismo, hubiéramos pasado los últimos dos mil años esperando que un platillo volador viniera a sacarnos de nuestra miseria.
Eso me lleva a cuestionar las religiones en general. Una religión no es otra cosa que “un conjunto de creencias que explican el origen y propósito del universo, involucrando uno o más dioses”. A lo largo de la historia del hombre, ha habido cientos, si no miles, de religiones, cada cual con su mitología, símbolos y tradiciones.
La historia de la religión fue documentada por primera vez hace cinco mil años, junto con la invención de la escritura, lo cual lleva a pensar que desde que el hombre se racionalizó su existencia, existe la noción de un ente superior, mágico y todo-poderoso. El cristianismo tiene casi dos milenios de vida, y el hombre moderno lleva doscientos mil años caminando sobre la faz de la tierra, por lo cual podemos deducir que es una religión bastante nueva, y definitivamente, no la primera. Además, la Biblia Cristiana no es el primer libro sagrado. Entonces, nos podemos dar cuenta que la publicación de este libro, cuyo valor histórico es inmensurable, ocurrió con el único propósito de controlar granularmente un reinado hace dos mil años.
Constantino, fue un genio de la manipulación, y hábil en la conquista, al igual que lo fueron Napoleón, Hitler y nuestro muy bien conocida Institución Estadounidense. Por lo tanto, llegamos a cuestionar la veracidad del Cristianismo, poniendo en tela de juicio su médula, la Biblia. Y más allá, nos lleva a cuestionar la fibra de la religión en general. ¿Por qué insistimos en llenarnos la cabeza con mentiras, en un mundo tecnológico, dónde es tan fácil desmentir falacias como esta? Son misterios que aún no logro descifrar.