Hate!

…un post dedicado a #LaFamiliaDelOdio

Según la Real Academia Española, el término “odio” significa “antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea”, contrario a “amor”, que es un “sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser.”

No hay odio si no hay amor. Son los polos del alma. Amas los orgasmos, pero odias a Justin Bieber. Es algo #normal.

Yo odio bastantes cosas, pero entiendo que todos son odios justificados. Aunque pienso que Justin Bieber asimila un ratoncito pendejo, con un look rayando en lo marica, no lo odio, porque no odio a los maricas. Es cierto que siento cierta aversión hacia él, pero debe ser el peinado de mamalón que lleva.

Anyways, aquí les dejo una lista de diez cosas que odio apasionadamente:

1. Puedo decir que odio la estadidad, y a las personas que degradan mi país desinformadamente en pro de un ideal que no les pertenece. No tengo tanto problema si eres un estadista, y tu opinión en una educada: hay espacio para diferentes vertientes ideológicas. Pero si lo haces pensando que vas a obtener un progreso económico desmedido, y eres capaz de tirar al medio a tus compatriotas por dinero, estas en mi “hate list: to be brutally murdered”.

2. No tengo ningún miedo a decir que odio a Félix Plaud. Con su delicada voz, y su falta de elocuencia, no convence, pero hiere oídos, y falta el respeto de cualquier persona con sentido común. Es uno de esos estadistas descritos en el punto #1.

3. Odio, al igual que las reses estadistas mal educadas, a los religiosos criticones, ciegos, y que todo lo resuelven con una “oracioncita a Dios”. No tengo problemas con que pertenezcas a la religión que sea. Hasta me puedo sentar contigo a hablar de tu Dios, sea cual sea, porque conozco algo de la historia de las religiones del mundo. Pero en el momento que me digas que los Haitianos se buscaron el terremoto por no llevar a Crihto en su corazón, que Ghandi va al infierno por ser Budista, o que sencillamente me empieces a “mandar fuego”, te puedes ir al soberano carajo. Si lo haces, eres tan becerro como el individuo que cito en el punto #2.

4. Odio – puñeta – sobremanera la gente presentá. Uno más uno es igual a dos, no a tres ni cuatro. O sea, haz la maldita matemática, y no te incluyas dónde no te han llamado. Y si lo haces, mantente al margen, porque puedes terminar con un golpe encima del ojo. Yo soy un presentao en las redes sociales, pero pues, si escribes tus problemas en un medio público, te expones a la opinión popular, y yo tiendo a ser bastante opinionado.

5. Detesto la gente bruta. Si, suene como suene, los odio con lo más profundo de mi corazón. Y si odio los brutos, más los odio si tienen una cuenta de banco jugosa, y su mensaje es uno que inspira la emulación de su intelecto. Mi odio está fundado en el hecho que esta trulla de cabrones con el cerebro de un mime son quienes, en resumidas cuentas, terminan dominando al país. Para más detalles, véase el siguiente punto.

6. Odio la cara de pendejo de Luis Fortuño. Hay veces que pienso que es un simple organismo similar a una ameba con piernas, y con limitadas habilidades para gobernar. Otras, que es un brillante estratega, y que todo lo hace con “un plan premeditado para conquistar el mundo”. Pero la mayoría del tiempo pienso que es un bruto, cuya cara refleja lo que es. El cabrón debería apodarse “Clueless”. Sinceramente pienso que es una de esas bestias que comenté en mi punto anterior, de los que logra, por suerte, agarrar al país por las pelotas.

7. Pero no sólo siento aversión hacia seres humanos, y algunas de sus actitudes. Hay algo que no sólo odio, sino que me repulsa sobre manera, y es el caldito de zafacón. Ese hedor que lo acompaña es, sencillamente, naunseabundo. Y odio, aborrezco, y cualquier sentimiento peor que pueda imaginarse, cuando ese líquido anaranjado, apestoso, y muchas veces medio pegajoso, me toca las manos o la ropa. El que se inventó que los alimentos podridos debían supurar pendejaces, deberían colgarlo del Sears Tower en Chicago.

8. También, deseo que desaparezcan de la faz de la Tierra las cabronas cucarachas. Acepto que es pendejismo mío, les tengo “un poco” de fobia. Pero, ¿qué maldito rol juegan ellas en nuestro ecosistema? Entiendo que es sólo y exclusivamente el de joder a tipos como yo, que no toleran esas antenas y alas color marrón. Pero dígame usted, estimado lector, imagínelas caminando, con su distintivo vaivén desorientado, por sus cachetes y adentrándose en su boca cuando esté durmiendo. O velando la güira para comerse ese pincho de cerdo que tanto está deseando. Lo colocas en la mesa y… fuás! Se te adelantó, y está dandole mordiscos invisibles, impregnándolas de sabrá Dios que, porque las hijas de la gran puta no se lo pueden comer completo: Ni tan siquiera un pedazo divisible. Por eso se han ganado mi odio. Son peor que un ratón de ferretería, que como no pueden comerse los clavos, los mean.

9. Tengo que decir que odio la gente mentirosa. Tal vez se debe a mi inhabilidad de ser buen embustero. A mí se me nota en la cara, y peor aún, se me olvidan. Pero soy bastante buen lector de rostros mentirosos. Cuando una persona miente, le cambia el semblante, y el todo con que dice la falacia. Te trata de convencer más allá de toda duda razonable que su historia es una veraz, y por eso los odio. No es ni siquiera por la mentira, porque eso es problema del embustero, sino por la cantidad de mierda que tienes que escuchar, leer, o simplemente tolerar para añadir credibilidad a la aventura ficticia.

10. Más que nada en el mundo, odio, al mismo tiempo que me inspira lástima, la gente que odia sin razón. Entiendo que para odiar algo, debes tener algún motivo. Aquí yo he expresado razones específicas justificando mis detestos. Por lo general, los autoproclamados “haters” son niños entre dieciséis y veintidós años que se aprendieron a limpiar el culo la semana pasada, y odian por pura rebeldía. Yo era uno de esos, hasta que aprendí que es una pérdida de tiempo, porque cuando odias por odiar, terminas engulléndote esa antipatía analmente. El problema no es ni siquiera ese, es que cuando te encuentras en plena ingestión culífica de tu odio, hay alguien que te está mirando y sacándotelo en cara. No pierdas el tiempo, además, los que odian sólo para cumplir con los rigores de la moda, no van al cielo. Verifiquen, lo dice en Tesalonicenses 3:56.

Algún día escribiré una lista que cosas que amo, pero eso no ocurrirá pronto, porque soy un pesimista de mierda. Y aunque lean mis escritos, y piensen que soy un cursi, engreído, y tal vez hasta con una dulzura que raya en lo maricón, están jodidos, porque esta entrada es diferente. Es más, al que piense eso, lo odio también.

Jódanse, y odien, pero con gusto y razones.