Se fue

Ya no escribo como lo hacía antes. Tampoco dibujo, ni sueño, como en noches anteriores. Perdí la fuidez de los dedos, y la vividez durante la penumbra. La verdad es que poco hago para perseguir la niñez que me abandona día a día. Veo a otro yo en el espejo: un hombre cuya vida ha sido remplazada con los sueños de otros, sin ambición, sin deseo. A veces, este espejo muestra un campo esteril, seco.

Aunque recuerdo aun las cosas que me hacían perseguir estrellas y sueños fugaces, poco hago. He aceptado el frío del mundo real, lleno de almas etiquetadas y edificios grises.

Muchas veces me encuentro rodeado de gente que me ama, y sonrío, mientras ese otro yo divaga a través de un paraje melancólico, reminiscente. Veo las sonrisas jóvenes de antes, y me dejo seducir por su efímera y antigua verdad. Mis manos callosas ya no pueden arrastrar mi cuerpo a través de este océano de voces.

Por lo general, cuando me siento a escribir, las ideas huyen de mi lápiz. ¡He olvidado tanto! ¿Se supone que el humano olvida de esta manera? No puedo dibujar labios, ni marcianos, ni vampiros. No puedo hablar de amigos y amores viejos, sin perder el hilo. Dibujaba las curvas de una mujer, o escribía acerca de ellas. Daba igual, se mantenían rondando mi cuarto — pasajeras, pero vivas.

Muchas veces prefiero el sueño a la vigilia, pues es en ellos queda alguna esencia de aquel yo. La noche me hace recordar la respiración de este cuerpo gris y frío, como glaciar de agua sucia. El sol me hace olvidar aquella sonrisa dinámica que me caracterizaba, y las ilusiones de barajas con las cuales entretenía, y los chistes. Ah, los chistes… Recuerdo uno solamente, y lo he hecho tantas veces, que me cuesta convencerme de su gracia.

Me he perdido en las memorias de otros. No me lamento, pues ni cuenta me doy. Camino cabizbajo por pasillos, atravieso puertas, mas esta somnolencia no me deja sentir.

¿Que a dónde voy? Quién sabe. Tal vez me dejo caer por uno de estos drenajes mohosos. Tal vez continúo recogiendo las frutas que se dan en mi patio, para sustentarme, para mantener los pasos que me llevan hasta mis cotidianas tazas de café.

¿Que qué queda? No sé. Sólo sé que quien estaba ya se fue.

Mi Plan Maquiavélico Para Conquistar El Mundo

Recientemente, he ideado un plan maquiavélico para lograr la conquista del mundo.

Tiene una mecánica sencilla: consiste en lograr que me extrañen, en hacerme necesario. Sé que suena como un mal chiste, pero no lo es. También sé que no será fácil, y que tomará tiempo. ¿Qué cómo lo haré? Les explicaré ahora.

Primeramente, me tengo que acercar a todos ustedes, aunque sea por un muy corto instante, y decirles un secreto. Nada complejo, sólo una corta frase que me permita permanecer en sus cavilaciones aunque sea durante algunos minutos. Una vez me encuentre nadando en el tejido de sus cerebros, el resto es sencillo, pues puedo plantar ideas con mis propias manos. Hasta que un día, y con toda naturalidad, yo mismo seré sus ideas, o más bien, las semillas que cultive lo serán.

Lo complejo de este plan es encontrar la frase perfecta, el secreto que los haga pensar, que me permita masajear esa materia gris la cual llamamos “los sesos”. Pero no crean que no la he ideado, ya tengo esa parte de mi estrategia bajo control, y en producción. Imagino que ahora estarán esperando que les diga cuál es ese secreto. Pues no lo haré. Esta parte la tendrán que imaginar, porque si les digo, deja de ser secreto. No importa que me rueguen, no les diré. No es que no quiera… ¡es que no les puedo decir! Bueno, algún día lo compartiré, pero no mientras mi operación esté en desarrollo.

Lo que sigue es simple. Cuando concluya mi tarea de renacer en las cabezas de al menos un millón de personas, entonces dependerá del viajar de boca en boca y de acto en acto, en la exploración de mis temas, porque sé que estas ideas serán expuestas hasta en los más altos foros. Este elemento es uno aleatorio, pero confío en que todas las leyes de probabilidades estarán a mi favor.

Será en este momento, cuándo mis planteamientos y concepciones se encuentren en su momento más intenso, que aparentaré mi desaparición del universo. Y mediante esta ilusión, permaneceré en los verbos y los sueños de todos los entes para siempre, porque la escencia de los ausentes se hace más fuerte cuando no la acompaña su presencia corpórea. Cuando ocurra esto, definitivamente habré conquistado el mundo.

Suena descabellado. Suena inverosímil. Suena prácticamente imposible. Claro, como todo plan maquiavélico para lograr la conquista del mundo. Si fuera una maquinación que tuviera raíces en la realidad, o aunque fuera tuviera un cimiento levemente concreto, ya otro la hubiera llevado a cabo.