Verde Violeta

Perdido en un laberinto de melancolías
es la misma maraña de todos los días
escaramuza hedionda, sabanas malolientes
aliento fétido de este recluso demente.

Así quedo, así llego, así vivo, así muero
con el gozo efímero de este carnal deseo
soñé recorrer tu piel jincha como ciempiés
acariciando tu cuello y tu sexo, desnudez.

De lejos, callado, sonámbulo, sombrío
si te veo cruzar la calle, te lloro un río
también sonrío con desvelo y desafío
soy un esqueleto que nació sin escalofríos.

De cerca, curtida, amarilla y cenicienta
perlas grises sobre encías verde-violeta
así queda este hombre tras un tres sesenta
nace y vive, cae y muere antes de cuarenta.

Buscando La Mujer Perfecta

En aquella quimera, nos encontrábamos en la marquesina de mi casa, yo tendría entre los siete u ocho años de edad. Ella llevaba un gorro verde, y su cabello amarrado caía a media espalda. Vestía de manera militar, con una camiseta crema y unos pantalones de camuflaje. Su piel era cobriza, como la mía, y tenía una mirada dulce. Me enamoré de aquella fantasía, y aunque no conocia su nombre, la llamé “la chica de mis sueños”.

Aunque el rostro de aquella jovencita se fue borrando con el tiempo, renacía en otros nombres. Fueron aquellos amores platónicos escolares quienes le prestaron sus facciones y le dieron sus nombres.

Solía vivir en este cándido mundo de fantasía enamoradiza, sin pretensiones, pero también, imposible de vivir. La verdad era: ¿A quién le importan los sueños de un niño, y más cuando son amores ilusos? ¿Qué sabe un niño de estos temas? En esos años nacieron mis primeros versos, rústicos, pero sinceros.

Recuerdo mi primer beso. Fue con una jovencita quien, casualmente, fue quien me dijo el primer “te amo”. Tendríamos aproximadamente catorce años. Todo fue un increíble idilio telefónico, el cual duró meses.

Un día le prometí que cuando la viera, le daría el beso más rico que le habían dado hasta el momento. ¡Qué sabía yo de besos, si toda mi práctica había sido besando mi propia mano! Sin importar cualquier impresión que fuera a causar, la besé cuando la vi. Pese a mi inexperiencia, puedo acertar que fue uno de los mejores besos que jamás haya dado. No por lo diestro en el arte de besar, o lo deseable que fuéramos el uno o la otra, sino porque era el primero. Era aquel momento que había esperado por tanto tiempo. Pero Eduardo no podía sacar de su cabeza la perfección de aquella jovencita que había soñado hacía años, así es que decidió continuar con esa búsqueda.

Más allá de mi primer beso, como puedo olvidar la primera vez que hice el amor. Antes, había tenido varios encuentros del “Tercer Tipo”, pero esto fue casi mágico, por lo menos, para mí. Cabe la posibilidad que el tiempo transcurrido realmente haya sido menor al que yo recuerdo, pero sin lugar a dudas, fue el suficiente para permanecer en cavilaciones durante años. A ella nunca le dije que fue mi primera vez., pero qué más daba. Desde el comienzo de mi relación con ella, sabía que su culminación era inminente. Era un amor con demasiadas condiciones, y me escapé.

Durante mis años universitarios, hubo demasiados rostros distintos, algunos de los cuales ya no tienen ni nombre. La “chica de mis sueños” había perdido su esencia. Los pantalones militares se cambiaron por jeans cortos, cuerpos bañados de pétalos de rosa, chocolate y crema batida, y sexo en todo tipo de lugar, concurrido o vacío. Debo admitir que fue una época muy divertida, aunque muy desenfocada.

Me detengo aquí. Espero que no me juzguen las desafortunadas a quienes descorazoné con mis cosas, mis manías, infidelidades o mis exigencias vanas, ridículamente colmadas de falta de madurez. Todo fue parte de un complot entre mi imaginación, y la búsqueda de aquel animal mítico, a quién busqué tanto, y nunca encontré.

La perfección de la mujer existe sólo en los ojos que la logran ver. Es algo que no radica ni en la piel, ni en el deseo. Dónde único vive ese amor cándido es en los sueños de infancia. Las tan afamadas “almas gemelas” no existen, sólo son alimento de nuestra imaginación ilusa.

¿Pesimismo? Para nada. Lo que hago es sólo racionalizar estas nociones. Alguien es tan perfecto como tu pensar lo permita. Dicho esto, planteo un problema, pero también una solución.

Lo único que podemos hacer para sobreponernos a esta limitación humana es aprender a vivir el momento, el día a día. Es, en lo cotidiano, que encontramos a personas con características admirables que despiertan esa atracción irresistible, y finalmente, nos llevan a sentirnos inexorablemente enamorados.

Cuando hayamos logrado esto, teniendo en cuenta que nadie es cien por ciento lo que uno espera, y que los individuos son dueños de su mente singular, sujeta a cambios, es que habremos encontrado a esa mujer perfecta que soñamos cuando niños.

El Coleccionista De Suspiros

Existe un duende coleccionista, que roba la emoción a los primeros encuentros y la electricidad a la paciencia. Es un ladrón sin decencia, y roba fácil, de un tiro, no lo subestimes pues es el Coleccionista de Suspiros.

Es un enano verde, burlón y sin suerte, por eso busca apropiarse de los momentos deliciosos de la gente. Es ese suspiro que damos cuando besamos, cuando nos levantamos, hasta cuando rabiamos.

Es de los coleccionistas más peligrosos, porque hoy es él, y mañana es ella. Y, aunque tiene color de una sandía, tiene las alas de una harpía, el encanto de las nubes rosadas, el poder de seducción de una sirena, y una lengua suave que, como el vino, embriaga.

Es hábil en el ataque. Te roba los pensares, las palabras, y las hace suyas. Te hace pensar que son mentes en espejo, cautivando tu intelecto. Luego te roba un suspiro y se vuelve esquivo. Cuando te das cuenta, tu pecho se aprieta, porque te ha robado la esencia.

Insaciable, el adicto de alientos regresa y te sigue robando, ahora los suspiros causados por el quebranto. Hasta que finalmente lo que queda es un cadáver tieso, que aunque respira y cavila, ya no suspira.

Y el cuerpo afectado queda agradecido de aquel despiadado, que disfruta aspirar almas, y devolverlas secas y sin ganas. Quedan los entes agradecidos porque les dio horas de vida, aunque sin darse cuenta, les robó y se fue a la huida.

Poema Verde

Saboreo tus flores, las que me trastocan
tus ramas y tus frutos, verde juego con tus hojas
preparo mi cincel hueco, mohoso y medio chueco
ese que está curado de espíritus y juegos.

Acompañado de mi suerte, que huele a vida verde
tomo mi lápiz, y recito cuatro versos en mi mente
es el eco de mi sapiencia y mi somnolencia
es anestesia necesaria, ofrenda a mi consciencia.

Son calumnias indecentes hacia mi humo verde
las que sugieren la idea de no volver a verte
a tus brazos regreso, juegas con mis dientes
te escucho, respirando, y paseando por mi mente.

Son deseos verdes que se elevan hasta el cielo,
martirizados ante el viento, lento y medio lelo
me vuelas en vahídos, con gusto me elevo
en un viaje, viaje, viaje, me despejo.