Según nuestros diccionarios, la mentalidad colonial o colonialismo mental se refiere a “una noción cultural de inferioridad considerada a veces entre poblaciones subyugadas y colonizadas previamente por entidades extranjeras”. Esto, aunque inicialmente no nos suene familiar, lamentablemente es la realidad que vivimos en nuestro Puerto Rico, día tras día.
El 1493 marca la fecha del comienzo del colonialismo en nuestro suelo, cuando el italiano Colón pisó nuestras tierras. Esto abrió las puertas a que la monarquía española se adueñara de nuestras tierras, y luego nos cediera como botín de guerra a los Estados Unidos, cuyo régimen vivimos día a día.
Muchos podrán diferir en cuanto al término “régimen”, porque ven la llegada del Imperio más poderoso del mundo como una fuente de bendiciones, democracia, y del llamado “progreso”. Es un régimen, porque al final de la historia, tenemos que cumplir con los estatutos establecidos por el gobierno yanqui queramos o no, sin más ni más. Bajo estas presunciones impuestas y predispuestas se esconde nuestra maravillosa mentalidad del colonizado.
– “Pero debemos ser agradecidos por todas esas ayudas federales que nos envían… ¡Sin ellas, no seríamos nada!”
– “¡Esas becas Pell me permitieron tener una educación de primera categoría!”
– “¡Como criticas a los Estados Unidos, pero como te gustan los chavitos gringos!”
Si retrocedemos en el tiempo, mediante nuestros maravillosos libros de historia, podemos ver las luchas por la independencia en todos los aspectos. En la constitución gringa se establece una “libertad de prensa”. Los afroamericanos esclavizados y las mujeres lucharon también por igualdad de derechos, es decir, que no se les viera como inferiores, sino como igual, con todas las libertades que eso conlleva.
– “¡Democracia!” – gritamos todos a coro – “¡Ese es el nuestro legado!”, sin embargo, es una democracia ficticia, disfrazada con el manto de la libertad por la cual luchamos en el medio oriente. Nuestros compatriotas caen allá, luchando por una guerra que no es ni siquiera suya.
Puerto Rico es el único país que carece de sed de libertad. Se le ha enseñado a lo largo de los siglos que no puede hacer las cosas solo. Se nos ha enseñado que lo que se produce aquí es una porquería, que lo de afuera es mejor. Hay hasta unos libros de historia que narran de la manera en que los puertorriqueños se reunieron a recibir a los americanos, todos sentados juntos y revueltos en Guánica… “¡Viva la tierra de las cuatro estaciones, la democracia, el dólar, y la libertad!” Y entre más lo pienso, más se me tuerce el estómago.
Me entristece no poder mirar un libro de historia que hable de cómo los Puertorriqueños se unieron para conseguir metas en común, o de cómo un grupo líder de compatriotas resolvieron nuestra crisis económica, energética y social. Obviamente eso no ocurrirá mientras estemos esperando que, como un rayo de luz en el alba, como el milagro de la vida misma (ya sea por concepción natural o por clonación), como Don Quijote en guerra con los molinos, venga Barrack Obama, vestido de blanco, y con su vara mágica, solucione nuestros problemas. Y si no fuese Obama, estuviéramos esperando que Tío Sam viniera en persona y se sentara con nuestros gobernantes a arreglarlo todo, con decir “Abracadabra”.
Es increíble que disfrutemos de todas estas magnas producciones fílmicas, cuyo propósito es resaltar y avivar los principios humanos, y no absorbamos al menos un poco de esta ficción y la convirtamos en realidad. ¿Quién no se conmovió al ver a un William Wallace morir destripado por perseguir su ideal de libertad y amor, sin embargo, condenamos a un Pedro Albizu Campos, cuyas motivaciones eran similares?
Vamos a desprendernos de este mantengo sicológico. Cuando miro alrededor, veo demasiadas estrellas, y ninguna es nuestra. Camino por la calle y veo McDonalds, JC Penneys, Sams, Walgreens y Walmarts, lo que me pregunto es: ¿Cómo serían las cosas si esas cadenas no se llevaran nuestro capital, y se quedara invertida en nuestra industria? ¿No tenemos la capacidad? Eso es lo que quieren que pensemos. Dejemos de pensar que lo nuestro no vale, y vamos a hacerlo valer. Vamos a romper el yugo y a reclamar lo que es nuestro.
Yo tengo una fórmula infalible. Creo que la raíz de nuestros problemas de autoestima cultural radica en la falta de educación y pérdida de valores de familia. En la educación se encuentra el refuerzo histórico que demuestra que no hay nada más preciado que la libertad, y en la familia se encuentra la unidad que necesitamos como patria. Una vez logremos reforzar estos pilares, lograremos todas y cada una de las cosas que queramos hacer, porque la verdad es que tenemos los profesionales, la tecnología, y más que nada, la inteligencia para salir hacia adelante. Lo que falta es el estímulo para querer ser mejores seres humanos, capaces y autosuficientes.
Una vez que logremos descolonizar nuestra siquis cultural, podremos convertirnos en una nación en la cual nuestras reglas y nuestra gente sean las que valgan. Que sean las guerras que nosotros escojamos luchar las que peleemos con rifles o machetes. Pero más que nada, que cuando se mencione en la China el nombre de Puerto Rico, lo único que puedan decir es que somos un país que hemos sudado por lo que tenemos y que no esperamos por nadie, por bueno o por malo que sea el resultado.
Saludos compañero. Me ha encantado el escrito.
Soy de Canarias, un archipiélago de similares características políticas, y como allí ocurre, aquí la gente se escandaliza al escuchar la palabra independencia.
Donde ustedes tienen a Pedro Albizu Campos nosotros tenemos a Cubillo (al cual los españoles le hicieron un crimen de estado).
Muchos renegarían del lugar en el que nacieron si esto se independiza, y bueno, es triste (el complejo de algunos), pero a la vez motivador, pues se irían algunos miembros muy estúpidos de la comunidad.
Taiwán o Singapur son 2 lugares parecidos, eran colonias y hoy en día son estados y bastante bien gestionados, y ese es el faro hacia el que mirar en las noches más tempestuosas.
A veces pienso, que si bien el bueno de Cubillo tenía ciertas ideas caducas de cómo hacer las cosas, si bien es cierto que se trataba del primer trazo en un camino hacia la libertad. Si los españoles atentaron contra él algo de razón y poder debía de tener. Pero él perdonó incluso a quien le clavó el cuchillo, demostrando que las armas y las represalias no son camino a la libertad.
PD: Este es un país donde el más rico quiere largarse con el dinero de los demás (Cataluña) y donde los pobres luchan y los tiran abajo.