Otra vez me encuentro aquí, dibujándote con mis palabras en este cuaderno. De nuevo, soñando despierto, entretejiéndote en la maraña de mis deseos.
Ya no encuentro palabras nuevas en mi pecho, porque esta espera me ha secado, me ha dejado estéril, como un desierto en verano. Mis manos tiemblan mucho al escribir, mis ojos se encuentran ciegos con desesperanza. Mi cuaderno tiene sus páginas amarillas por el tiempo y la humedad.
Tu ausencia es la agonía del que está muriendo, pero no muere. Tu amor son celos y confusión. Mi vida es un sinsentido, llena de pasiones vacías y de promesas escritas sobre la arena en la playa.
Lo que me hace respirar es mi deseo de soñar, aunque sólo sueño despierto, porque ya no puedo dormir.
Hace algunos días, me soñé joven y lleno de vida. Nos encontrábamos en un espacio inmutable; no existía el espació, y el tiempo no transcurría. Sólo existía ese momento, y era nuestro: tú, con esa sonrisa que jamás se marchitará, y yo, suspirando por ella.
Nunca vi tu rostro, pero sé que eras tú. Así es que, sin dudarlo me acerqué, y te besé. No conforme con besar tu beso, también lo atrapé entre mis dientes, fuertemente. Y tú reíste.
Mientras observaba tu sonrisa maliciosa, pude notar como una gota de sangre humedecía tus labios, resecos por el frío y falta de humedad de aquel instante. Acerqué mi mano, y quité el exceso de rojo que tintaba tus labios, y bebí el delicado néctar de mis dedos. Sentí tu vida en mi boca.
Te mirabas en mis labios, que también estaban tintos con el vino de tus labios.
Me acerqué a ti, deslizando una de mis manos entre tu cuello y el lugar donde comienza tu cabello. Con mi otra mano acaricié tu mejilla, y bebí de tus labios. Cerraste tus ojos en un suspirar, mientras me alimentaba de tu vida, y tu alma se apoderaba de la mía. Podía escuchar tu corazón latir. Tu cuerpo se apoyaba contra el mío, y nos movíamos bien despacio, a un ritmo invisible, pero palpable.
Pero, cuando mis ojos se abren, me encuentro en este sillón apolillado, dibujando fantasías en mi cuaderno amarillo, roído por el tiempo. Por eso, he decidido no soñar más: la agonía se ha vuelo intolerable. Me he vuelto vampiro del deseo – me alimento de sueños y fantasías. Ya no quiero aborrecer mi tiempo en vigilia, la pesadilla a la que me enfrento cuando te vas. He decidido dejarte libre, porque haciéndolo quedo libre también. Estoy atrapado en mi deseo de poseerte, mas me he dado cuenta que es un imposible. Mi deseo es sólo otro sueño.
Adiós mi vida, mi sueño, mi esperanza. Adiós mis pétalos color rosa, mi mirada de fuego, mi cabellos de viento, mis labios de seda, mis manos de nieve. Adiós, mi único y verdadero amor. Voy a despertar.