Cuando se convierten en cotidianos
las caricias y los besos
la piel y los respiros
el aliento
y el cuerpo desnudo.
Igual me da.
Ahí sueño, y me entretengo
dormido, o quien sabe dónde
jugando con te quieros
refugiado en senos ajenos
en cuerpos trigueños o rosados
disfrutando roces húmedos
gemidos y quejidos
siempre nuevos
cuentos distintos.
Igual me da.
Pero como fiel adicto
regreso a la realidad
a mi periodicidad
al aliento común
a los días iguales
a las mismas sábanas
a los mismos labios
obvios para mí
añorados por el ajeno
quien vive su propia repetición.
Igual me da
pero sin esta rutina
que mal me va.
Que mal nos va, amor
porque también vives
la misma cotidianidad.
Bello, muy bello.
dice lo necesario. No falta nada.