A veinte años de ayer

Si te viera a veinte años de ayer
no se que sería de mis ojos.

Presumo que se me escaparía
la vida, el todo en un segundo.

Imagino latidos en la cabeza
como chasquidos de elefante
mientras me vuelvo infante
enfrentando tanta rareza.

Imagino veinte años y ayer
luego de cien cambios de piel
que serían mis nuevos versos
tallados con uñas y cincel.

Si te viera a veinte años de ayer
no se que sería de mis ojos.

Presumo que esta vida huiría
escapando de los segundos.

Amo Nuestros Años

Cuando te digo que te amo
lo hago con urgencia
porque mis labios quieren repetir
lo que siente mi alma.

No me dudes:
El temblor en mis manos
no es por miedo
sino por estos setenta años
aquí, a tu lado
que me han maltratado.

¡Pero sólo la edad!
Nunca tú, amor eterno
tu les has dado a mis días
una razón para persistir.

Te amo a ti,
amo cuando frunces el ceño
amo tu piel castigada por el sol
amo tu cabello maltrecho
por las cenizas.

Hemos visto el mundo,
pero el planeta es poco
para el universo
que he vivido contigo.

Amo tus manías
tus malos humores
tus días buenos
y también los peores.

Gracias por ser la dueña
de mis mejores años,
de mis mejores ojos
y los recuerdos de antaño.

¿Recuerdas nuestros encuentros furtivos
el sexo en la grama
la luna en la mañana
esos pequeños detalles
secretos, nuestros?

Ahora podemos hacer el amor
en una mirada, un suspiro
hasta en una taza de café
sin temor a que nos vean
en nuestra desnudez
ni en nuestros gemidos.

Mi amor ha sido implacable
a pesar de los hijos, los nietos
a pesar que nuestra cintura
ya no es como antes
pero es que al lado tuyo
me siento gigante
porque soy el dueño
de la victoria más grande
que puede tener
cualquier ente pensante
amante.

Amor, te tengo al lado mío:
¡Qué más puede desear
un loco en este delirio!
Qué más puedo querer
en lo poco que me queda
de mente y de días
si no es a ti.

Cien Años de Imposible

Allí estaba
aún amarrado al castaño
enjuto su rostro
y fuerte su vida.

Aunque deseaba morir
esas amarras lo sostenían
al recuerdo
a la vida.

Muchos pájaros
anidaron en sus manos,
muchas abejas
cultivaron su miel
en su cabello largo,
a veces enmarañado,
pero nadie logró
tocar su corazón.

Ese antiguo guerrero
luchó, batalló
mas nunca murió
mas nunca ganó.

Las cruces:
aquellas cicatrices
todavía eran visibles.

Sus uñas
sus dientes
su mirada
estaban carcomidos
por el tiempo.

Sus pies
eran el reflejo
de cuantos ríos,
trincheras y desiertos
cruzó en su vida.

Sus ojos,
eran diario
eran historia
a veces negra
a veces roja.

Así vivió
muriendo todos los días un poco —
agonizando —
atado al castaño de un imposible
acompañado de algunos pájaros
porque los guerreros
desdichados en el amor
aunque honrosos en los cuentos
viven condenados
a un centenario
de soledad.