Cuando escribo, lo hago para mi sol, quien también es mi luna. Para esa rosa, que ilumina mis días, y en crepúsculos se convierte en pena. Por cada estrella, le entrego un respiro; por cada lamento, mil letras, las cuales derramo sobre este lienzo.
Hoy escribo para ti, para tu presencia ausente. Eres para quien interpreto mi personaje en este teatro lleno de rostros desconocidos.
Llevo tu alma tatuada en mis manos, tocar tu piel ha sido un pecado mortal. Pero cuando esa muerte oscurece mis ojos, renazco en las hojas de tu alba, recordando el destello de tu sonrisa, desde esta penumbra.