– “¿Por qué lloras?”
– “Porque se murió uno de los grandes.”
– “¿Pero quién?”
– “Se murió Don Gabriel…”
– “¿El de la esquina?”
– “No, chica, García Márquez…”
– “¿Ah, el escritor?”
– “Sí.”
– “Pero si tú ni lo conoces… ¿Cuál es el llanto?”
– “¡Cómo que no lo conozco! ¿No has visto mi biblioteca personal?”
– “Bueno, sí, pero… personalmente, me refiero.”
– “Ah, no. Pero no hace falta ver a alguien en persona para conocerlo. Lo conozco a través de sus cuentos, de sus historias. Hay quienes viven juntos toda una vida y no se conocen. Hay a quienes conoces con una mirada, un gesto, o como en este caso, con su palabra escrita.”
– “Llorón. Tu eres más mamao…”
– “Claro, tú lo que lees es Cosmopolitan. Lee a ese hombre, y te darás cuenta por qué lloro.”
– “Esos libros son muy largos, olvídate de eso.”
– “Te debiste haber muerto tú, jodida bruta, en lugar de él.”
– “Tú lo que estás es enamorao de ese tipo, maricón.”
– “Es admiración y respeto. Es lamentar la partida de un autor como pocos. Tú nunca vas a entender. Sigue viendo televisión mi’ja, y déjame tranquilo.”
– “Por lo menos ahí ocurre algo tangible.”
– “Te hace falta lectura de verdad, de la que estimula los sentidos y menea el alma.”
– “Los trajes Versace menean mi alma, y me hacen querer menearte la cartera.”
– “Si eso es todo lo que tienes que decir, vete con tu Cosmo y con La Comay.”
– “Sólo si dejas de llorar como un pendejo. Vente, papito, dame esa trompita, y sonríe un poco.”
Luego de un pequeño beso, él sonríe de medio lado. Ella sonríe complacida, se da media vuelta, y se va a ver la televisión.