Carta De Los Ochenta Años

Mi Amor…

Aquí me encuentro, sentado en esta silla vieja frente a la playa. Estaba escribiendo un poco, como siempre, y decidí dirigirte una carta, tal y como te había dicho que lo haría cuando cumpliera mis ochenta. Sólo te hablaré de mí, y de cómo me ha ido en esta vida, y no espero respuesta. No sé, tan siquiera, si sigues con vida o no, ojalá que sí. Sólo espero que hayas tenido una vida feliz y llena de amor.

Estos años me han tratado bastante bien, no me puedo quejar. Tengo varios hijos que me aman, y los amo también. Me casé tres veces, mi última esposa murió hace seis años. La amé con todo mi corazón. Fue una pérdida dolorosa, pero fue para mejor, estaba sufriendo demasiado a manos de un cáncer.

Si me ves, no me reconoces, me imagino. Ahora sí estoy calvo de verdad, no me queda ni una sola hebra de cabello, y tengo una barba blanca, no muy espesa, y trato de mantenerla ahí. Me gusta como se ve, oculta una cicatriz que tengo en la barbilla, que me hice hace muchos años, corriendo mi motocicleta. Estoy cubierto de arrugas, y a mis manos no les cabe un cayo más. A veces, me falla la razón, pero mis hijos me ayudan a encontrarla. Les he hablado de ti, y a ellos les he encomendado entregarte estas palabras.

Si supieras que, con todo y lo relativamente feliz que he sido durante mi existencia, nunca te he olvidado, y esta carta la escribo con un nudo en la garganta y lágrimas en los ojos.

No te puedo decir que he pensado en ti todos los días, pero lo hago frecuentemente. Suelo sentarme en esta silla, y pensar cómo hubiera sido todo si mi vida hubiera sido diferente, en cómo hubieran transcurrido mis días junto a tu compañía.

Te he extrañado demasiado, me dabas una fuerza que jamás pensé posible. Me llenabas de vida, de un deseo inexplicable de explorar y aventurar, de días distintos, de siembras nuevas. Alimentabas mis ideales, mis pasatiempos, y mi imaginación. Nos complementábamos inimaginablemente, eso es tan difícil de encontrar!

¿Cómo olvidar nuestros encuentros furtivos, y la manera en que solías convertir las horas en minutos? ¿Cómo olvidar todas esas tardes en que te recostabas en mi pecho, y simplemente hablábamos durante horas? ¿Cómo olvidar la delicia de hacerte el amor, dejándonos llevar por nuestros más básicos instintos, dejando atrás la teoría, guiados únicamente por nuestros sentidos?

Quiero decirte, tal y como dije que lo haría, que aún te quiero, y que todavía guardo un espacio para ti en mi corazón. Aunque te advierto que no se encuentra vacío, me he ocupado de llenarlo con fantasías de lo que pudo ser y no fue, con el recuerdo de tu voz, tus besos, tu sabor, tu olor, y tus gemidos. A veces pienso que, con los años, he llegado a amarte, o al menos, a amar lo que pienso que hubiésemos sido. Otras pienso que te amé desde que te vi por primera vez, tímida frente a mi mirada.

Luego de mi segundo divorcio te busqué, y te encontré. Y un día, hasta te espié, como hacen los locos obsesionados. Te vi de lejos, con tu familia, y te veías tan feliz, que no me atreví ni intentar robar un poco de la luz que tenían tus ojos. Como el buen perdedor, tomé mis pasos, y me despedí en silencio.

Cada vez que te dije que te amé en besos, lo hice, y todavía lo hago. A veces, cierro mis ojos y nos imagino cuarenta y cinco años más jóvenes, rodeados de besos y caricias.

Con esto cierro estas líneas. Estoy sólo cumpliendo mi promesa de no olvidarte nunca. Aprovecho para darte las gracias por toda esta vida de recuerdos, aunque no fuimos. Lo que tuvimos cambió mi vida.

Siempre te quiero. Y cuando cierro mis ojos, te amo.

Premios y Distinciones:

29/10/2012: Prosa Recomendada, MundoPoesia.com – seleccionado por la administración a propuesta de usuarios, moderadores y/o jurados.

28/10/2012: Prosa del MES, MundoPoesia.com – Seleccionada por la administración entre las propuestas remitidas por moderadores y/o usuarios.