Sonó la primera trompeta.
El soldado tembloroso corre con un fusil en la mano.
Hay que matar.
Hay que sangrar.
Puede morir, pero titubear sería una afrenta.
Sonó la segunda trompeta.
El enemigo se acerca con un cuchillo en la mano.
Viene a matar.
Viene a sangrar.
Viene a morir en esta gesta.
Se escuchó, a lo lejos, el grito del cañón.
El enemigo y el soldado se detuvieron y se observaron.
Ambos tienen miedo.
Ambos llevan su familia en el bolsillo.
Se preguntan si vale la pena la muerte esclava, aunque prefieren la libertad sagrada.
Alrededor, mucho negro, balas anónimas y alaridos perdidos.
Los dos guerreros, aunque enemigos, son amigos en motivos.
El soldado suelta el fusil.
El enemigo suelta el cuchillo.
Se acercan el uno al otro, y un tercero emite un zumbido.
Más bien, se escucha un trueno: Ilumina el relámpago, caen los latidos.
Los nuevos amigos en el suelo, sangrantes, lloran con sus familias en las manos.
Los nuevos amigos en el suelo, mueren la muerte gigante.
Sonó la tercera trompeta.
El tercero corrió, junto al batallón.
Se premiará al soldado yerto.
Se pudrirá el enemigo muerto.
Se continuarán escuchando los gritos de la trompeta y los llantos furtivos.
Hay que continuar con esta guerra injusta.
Aquí caen los buenos, y se enriquecen los dueños.
Aquí los diamantes son gloria, y las vidas son escoria.
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