Vampiro, II

Abrí mis ojos.

Una sangre negra y espesa empapaba mi cuerpo. Un agua rosada y rala resbalaba sobre un rostro níveo que me observaba fijamente, como estatua. Nuestros colmillos estaban a la vista, como dos felinos al borde del ataque, mas yo sería incapaz de lastimarla. Ella, mi creación, mi hija, mi amante eterna.

No siento dolor físico, aunque mi alma convulsiona al ver a Verónica sosteniendo esa viga de hierro ensangrentada, con un extremo en sus manos, y el otro en mi corazón.

“Debes morir,” – afirmó, con voz serena – “no puedes hacerle esto a más nadie. ¡Es insoportable vivir de esta manera!”

“Es que no estás viva,” – respondí con un rugido casi mudo – “estás muerta. ¡Muerta!”

Con un súbito movimiento, alcancé su cuello, y lo apreté. Mi mano se humedeció con su delicada existencia, la cual también se desbordó de su boca, como un manantial.

Miré el reloj que se encontraba en la pared: seis menos cuarto de la mañana, y la luz del alba comenzaba a asomarse entre las ventanas. Extendí mi brazo, y la coloqué justo bajo aquellos rayos malditos, y sentía como nuestras pieles se chamuscaban rápidamente. En sólo segundos, su rostro se transformó en una figura indescifrable y polvorienta. Con el movimiento de mi muñeca, cayeron al suelo las cenizas de su cuerpo, como arena fuera de un reloj.

Sentía mi mano cociéndose bajo el sol abrazante, y la retiré.

“Ahora tampoco verás el gris de las noches”, murmuré. Unas gotas de tinto oscuro rodaban ahora por mis mejillas. Verónica, te amé. ¡Cómo has podido hacerme esto!

Arranqué aquella lanza de mi pecho, y la herida se cerró casi instantáneamente. Me sentía débil. Volteé mi rostro y vi una pequeña rata tratando de escapar la mañana. Con una velocidad irreal, la capturé, y bebí su elixir asqueante.

Acto seguido, regresé a mi ataúd, cerré su cubierta, y dormí.

No ha pasado ni un día de estos cien años en el cual no haya pensado en ella. La noche se volvía alba en el recuerdo de su piel. La extraño, y aborrezco el haber fallado en hacerla comprender que mi amor hacia ella era uno que quería llevar más allá de la muerte. Por eso la hice vampiro con la eternidad en mi amor.

Cuando me aburría, dejaba volar mis sentidos junto a las corrientes de viento. Esa melodía ventolera susurraba nombres a mis oídos, y acariciaba los vellos de mis brazos. Era todo una gran fiesta sensorial, que a veces me hacía reír, y otras hasta gemir. Era toda una experiencia que me enajenaba de mi humanidad, o de sus vestigios.

Caminaba esta noche dejando que la luz de la luna acariciara mi palidez, cuando escuché un grito a lo lejos, y junto a ese grito, un nombre y un rostro se apoderaron de mis pensares: Valeria.

Me deslicé hábilmente entre las sombras hasta llegar a un oscuro callejón donde un vagabundo intentaba aprovecharse de aquella joven mujer. Con una velocidad invisible, lo desprendí de su vida. Ni siquiera alcanzó a sentir mis colmillos felinos rompiendo la piel de su cuello. De un sorbo sacié mi hambre. Mis mejillas se ruborizaron, y podía escuchar los pensamientos a millas y millas de distancia. Es el efecto que tiene la sangre fresca en mi cuerpo. Me embriaga un sentido de invencibilidad y eternidad.

El cuerpo vacío del vagabundo semidesnudo cayó al piso. El cuerpo terso de Valeria se encontraba tembloroso, justo al lado. Su piel desnuda estaba decorada con unos golpes, y un puñal enterrado en su costado. Estaba muriendo rápidamente. Alcancé a deslizarme entre sus pensamientos, y eran tan dulces como parecía su piel acaramelada. Entre su maraña gris vivían un perro, Boston, y un abuelo recién muerto, Don Pepe. Pronto estaré contigo, abuelo, pensaba ella.

Abrí la solapa de mi camisa, y con la uña de mi dedo índice, tracé una línea en mi pecho, la cual, instantáneamente, se volvió sangre. La levanté del suelo, la abracé, y el tinto caía como fuente de vida sobre su boca. El dulce la despertó, y besó mi pecho. Con cada beso, bebía. Con cada sorbo, las heridas de su cuerpo cicatrizaban.

Acerqué mi boca a su cuello, y la acaricié con mis labios. Con un delicado gestó, clavé mis dientes, y bebí de ella. Su sangre me refrescaba – tan dulce, tan limpia. Nos infundíamos vida el uno al otro.

Su piel caramelo se volvió más cobriza, asemejaba una princesa india. Me observó a los ojos, y sus labios pronunciaron una sola palabra: “Vampiro”. Pero su voz no tenía miedo, todo lo contrario. Ella sabía exactamente lo que estaba ocurriendo, y me abrazó fuerte. Ya mi herida se encontraba cerrada, al igual que las suyas.

“Explícame, háblame de ti. He leído del Nosferatu, pero sé que en la literatura lo veraz y la fantasía se entremezclan. Cuéntame.” – me decía con una voz dulce, pero inquisitiva.

Le hablé de mí, narré toda mi historia. Le conté acerca de Verónica – de cómo la amé, y de cómo me odió. Le hice mil historias de paz y guerra, de conquista, y de los errores de las religiones, porque ni Dios ni el Demonio existían. Y justo finalicé mis palabras, me reflejé en sus ojos y me adentré en su mirada. Con un parpadeo, mi presencia se convirtió en menos que un recuerdo. Para ella, me acababa de convertir en no más que una de esas brisas pasajeras que suelen acompañar al viento.

Hoy vestía una capa marrón, que hacía juego con mi correa y mis zapatos. El resto de mi vestimenta era negra, lo cual resaltaba la palidez de mi piel hambrienta. Mi cabello estaba despeinado, y mi rostro no lucía afeitado. Mi piel olía a tierra y especias.

Me disponía a acompañar a Valeria en su caminata nocturna, sin que ella lo supiera.

Solía jugar con su imaginación. Le presentaba mi rostro o mis colmillos por fracciones de segundos, pero tan rápidamente, que no lo podía distinguir. A veces, le mostraba su cuerpo muerto, sin sangre, con dos agujeros en sus muslos, en sus brazos, o en su cuello. Esas visiones la aterraban.

Se había vuelto mi juguete. La acechaba, hasta a veces pensaba en hacerla mi compañera.

Ella regresaba de su trabajo caminando por un laberinto de calles oscuras que la conducían directamente a su apartamento. Era la misma rutina que repetía todas las noches. Llevaba un año caminando junto a ella, entre las sombras. Mis pasos se escuchaban a lo lejos, a veces como gotas de agua, otras, como golpes del martillo de un herrero. Asustada, aceleró su paso.

Corrí por su lado en varias ocasiones, levantando su falda, como un huracán de carne muerta. Luego, casi imperceptiblemente, rasguñé un muslo.

Sangre.

Como rocío mañanero, descendía sobre su entrepierna, y mis sentidos enloquecieron. Este juego avivaba tanto mi hambre como mi curiosidad. Corrí nuevamente cerca de ella, casi invisible, y di otro zarpazo con mis uñas cristalinas, esta vez, arranqué un trozo de su traje. Ahora, ella corría despavorida por aquellos callejones, muda del miedo. Sus gritos morían en su garganta.

Me acerqué, y dejé que viera mi cara. Arranqué el tope de su traje, y besé sus senos con mis colmillos. Valeria se encontraba al borde del desmayo, pero al verme, mil sueños, acompañados del vago recuerdo de mi rostro, surcaron su mente. “Te conozco, vampiro.”

“Si” – contesté, besándola apasionadamente y mordiendo sus labios. Ella me correspondía, y sus gemidos hacían eco en mi garganta. Me divertía, perdido entre sus pensamientos.

Su miedo se transformó en una curiosidad lujuriosa. Mi deseo de juego se convirtió en una pasión desmedida. Arrancamos lo que quedaba de nuestras ropas, y nos ocultamos entre las sombras. Con cada sorbo de su sangre, sentía como se erguía mi sexo, y en un rápido y sutil movimiento, entré en su cuerpo.

Nos movíamos con agilidad felina. Nuestras voces sólo hablaban nuestros nombres, ininteligibles. Nuestro aliento era férreo y sensual.

La luna nos hacía compañía, y entre nubes nos descubría. Acompañado de uno de sus últimos destellos, la mordí desmedidamente. Tragué casi toda su sangre y sus lágrimas, que se adueñaban ahora de sus mejillas. Y cuando casi no escuchaba su respiración ni sus latidos, y su piel se sentía casi fría, corté mi yugular con mis uñas, y acerqué su boca.

Bebe y vive, siempre en mí, y para mí.

Y mientras se deleitaba con mi vida, corrí rápidamente con ella en un abrazo hacia un cementerio cercano. Y bajo la tierra de la fosa de un inquilino nuevo, dormimos como si fuéramos uno.

Abrí mis ojos.

Una sangre negra y espesa empapaba mi cuerpo. Una sangre roja, como cabernet, resbalaba sobre unas mejillas cobrizas que me observaban fijamente. Nuestros colmillos estaban a la vista, como dos felinos al borde del ataque, mas yo sería incapaz de lastimarla. Ella, mi creación, mi hija, mi nueva amante, atravesaba mi corazón con una viga de acero centenaria.

– “Demonio”, dijo Valeria, con voz pausada.

– “No. Amante. Padre. Protector. Nunca Demonio, porque ni esos ni los Ángeles existen.”

Con una velocidad irreal, arrebaté la lanza de sus manos, la desenterré de mi corazón, y deslicé mi lengua sobre ella.

– “Mi sangre es amarga. La tuya era dulce, hasta anoche. Ahora es igual que la mía. Vamos a adueñarnos de las penumbras, no temas. Ahora nosotros somos los Ángeles y Demonios que mientas. Somos los queridos Dios. Ven, vivamos bajo la luna.”

Ella me miró, estupefacta. Me acerqué y la besé en los labios, luego en su frente. Valeria asintió, y huimos de aquel lúgubre lugar, corriendo entre sombras y callejones, desnudos, sucios y sedientos.

¿Para Quién Escribo?

Cuando escribo, lo hago para mi sol, quien también es mi luna. Para esa rosa, que ilumina mis días, y en crepúsculos se convierte en pena. Por cada estrella, le entrego un respiro; por cada lamento, mil letras, las cuales derramo sobre este lienzo.

Hoy escribo para ti, para tu presencia ausente. Eres para quien interpreto mi personaje en este teatro lleno de rostros desconocidos.

Llevo tu alma tatuada en mis manos, tocar tu piel ha sido un pecado mortal. Pero cuando esa muerte oscurece mis ojos, renazco en las hojas de tu alba, recordando el destello de tu sonrisa, desde esta penumbra.

Buscando La Mujer Perfecta

En aquella quimera, nos encontrábamos en la marquesina de mi casa, yo tendría entre los siete u ocho años de edad. Ella llevaba un gorro verde, y su cabello amarrado caía a media espalda. Vestía de manera militar, con una camiseta crema y unos pantalones de camuflaje. Su piel era cobriza, como la mía, y tenía una mirada dulce. Me enamoré de aquella fantasía, y aunque no conocia su nombre, la llamé “la chica de mis sueños”.

Aunque el rostro de aquella jovencita se fue borrando con el tiempo, renacía en otros nombres. Fueron aquellos amores platónicos escolares quienes le prestaron sus facciones y le dieron sus nombres.

Solía vivir en este cándido mundo de fantasía enamoradiza, sin pretensiones, pero también, imposible de vivir. La verdad era: ¿A quién le importan los sueños de un niño, y más cuando son amores ilusos? ¿Qué sabe un niño de estos temas? En esos años nacieron mis primeros versos, rústicos, pero sinceros.

Recuerdo mi primer beso. Fue con una jovencita quien, casualmente, fue quien me dijo el primer “te amo”. Tendríamos aproximadamente catorce años. Todo fue un increíble idilio telefónico, el cual duró meses.

Un día le prometí que cuando la viera, le daría el beso más rico que le habían dado hasta el momento. ¡Qué sabía yo de besos, si toda mi práctica había sido besando mi propia mano! Sin importar cualquier impresión que fuera a causar, la besé cuando la vi. Pese a mi inexperiencia, puedo acertar que fue uno de los mejores besos que jamás haya dado. No por lo diestro en el arte de besar, o lo deseable que fuéramos el uno o la otra, sino porque era el primero. Era aquel momento que había esperado por tanto tiempo. Pero Eduardo no podía sacar de su cabeza la perfección de aquella jovencita que había soñado hacía años, así es que decidió continuar con esa búsqueda.

Más allá de mi primer beso, como puedo olvidar la primera vez que hice el amor. Antes, había tenido varios encuentros del “Tercer Tipo”, pero esto fue casi mágico, por lo menos, para mí. Cabe la posibilidad que el tiempo transcurrido realmente haya sido menor al que yo recuerdo, pero sin lugar a dudas, fue el suficiente para permanecer en cavilaciones durante años. A ella nunca le dije que fue mi primera vez., pero qué más daba. Desde el comienzo de mi relación con ella, sabía que su culminación era inminente. Era un amor con demasiadas condiciones, y me escapé.

Durante mis años universitarios, hubo demasiados rostros distintos, algunos de los cuales ya no tienen ni nombre. La “chica de mis sueños” había perdido su esencia. Los pantalones militares se cambiaron por jeans cortos, cuerpos bañados de pétalos de rosa, chocolate y crema batida, y sexo en todo tipo de lugar, concurrido o vacío. Debo admitir que fue una época muy divertida, aunque muy desenfocada.

Me detengo aquí. Espero que no me juzguen las desafortunadas a quienes descorazoné con mis cosas, mis manías, infidelidades o mis exigencias vanas, ridículamente colmadas de falta de madurez. Todo fue parte de un complot entre mi imaginación, y la búsqueda de aquel animal mítico, a quién busqué tanto, y nunca encontré.

La perfección de la mujer existe sólo en los ojos que la logran ver. Es algo que no radica ni en la piel, ni en el deseo. Dónde único vive ese amor cándido es en los sueños de infancia. Las tan afamadas “almas gemelas” no existen, sólo son alimento de nuestra imaginación ilusa.

¿Pesimismo? Para nada. Lo que hago es sólo racionalizar estas nociones. Alguien es tan perfecto como tu pensar lo permita. Dicho esto, planteo un problema, pero también una solución.

Lo único que podemos hacer para sobreponernos a esta limitación humana es aprender a vivir el momento, el día a día. Es, en lo cotidiano, que encontramos a personas con características admirables que despiertan esa atracción irresistible, y finalmente, nos llevan a sentirnos inexorablemente enamorados.

Cuando hayamos logrado esto, teniendo en cuenta que nadie es cien por ciento lo que uno espera, y que los individuos son dueños de su mente singular, sujeta a cambios, es que habremos encontrado a esa mujer perfecta que soñamos cuando niños.

Los Últimos Héroes

Hermanos en la sangre Taína:

Aquí nos congregamos, bajo este cielo azul, este seis de octubre para ofrecerles mis últimas palabras antes de esta honrosa revolución.

Mañana nos lanzamos en esta gesta heroica, que llena mi pecho de honra. Sé que estamos listos en cuerpo y alma para defendernos y ahuyentar nuestros invasores yanquis.

La estrategia ha sido discutida en demasía, y no es mi propósito abordar ese tema en este momento. Solo quiero desearnos el más dulce de los éxitos.

Sabemos que es posible que ninguno de los dos mil doscientos cincuenta y seis hombres y mujeres que aquí nos encontramos de pie regrese a su hogar. El enemigo es poderoso, pero más poderosa es nuestra sed de libertad. Vamos a finalizar lo comenzado en Lares, Jayuya y Utuado. Vamos a tomar a San Juan, aunque nos bombardeen con aviones, o nos envíen la mismísima bomba nuclear.

Nuestro país ha sido esclavo durante demasiado tiempo. Nuestras indias fueron violadas, nuestros caciques, destronados sin honores ni funerales. Nuestra sangre ha sido derramada por españoles y gringos desalmados, en busca del crecimiento de sus respectivas naciones, negándonos nuestro derecho al libre albedrío, el mismo que nos ha sido otorgado por Dios, y solo él nos puede quitar.

Ahora, hombres y mujeres Borincanas, es posible que seamos los últimos héroes de nuestra patria. El proceso de asimilación alienígena es lento, pero de paso firme e incansable, hasta su culminación, que está próxima a ocurrir en varios años. Si no triunfamos, es posible que la patria caiga junto a nuestros cuerpos yertos.

Mañana tomamos el Capitolio. Luego, el resto de nuestro terruño, nuestro país que respira con nuestro sudor. Somos la punta de la lanza caribeña. Hoy los insto a levantar los fusiles y nuestras voces al unísono ante este cielo que nos cobija en este momento histórico: ¡Qué viva Puerto Rico libre!

El Dragón de la Calle Melquiades

Desperté desnudo, desorientado, y con las manos cubiertas de sangre. Mi memoria era un revoltijo de imágenes borrosas, en las cuales nada era inteligible. Creo que tenía carne y pelo en mis uñas, las cuales llevaba un poco largas. Mi boca tenía un sazón mórbido de sangre y vómito.

Me acerqué a una pequeña charca, dónde enjuagué mi rostro y mi cabello. Luego froté mi pecho, y me di cuenta que estaba herido. Tenía un orificio en un costado, como un disparo. Al palparlo con mis dedos, un dolor agudo cruzó meridionalmente mi cuerpo. Me sentí un poco mareado, y me recosté en la grama boca arriba, mirando el sol del mediodía con ojos entreabiertos.

Creo que perdí la cuenta de las veces cuando despertaba en un lugar desconocido, desvestido y malsentido. De hecho, ya estaba acostumbrado a la rutina de robarle su ropa a algún vagabundo, llegar a casa, curar mi cuerpo, como haciendo remiendos de costurera, y continuar mi vida como si nada. Usualmente las heridas sanaban por completo al final del día.

Durante la semana, ejercía como profesor de literatura inglesa en la Universidad de Coralinde, y ya mis estudiantes estaban acostumbrados a mis cortas e inesperadas ausencias.

Todo parte de mi estilo de vida prácticamente perfecto, hasta que se acercó Clara con el periódico de antes de ayer en sus manos.

– “Profesor, siempre que usted se ausenta, ataca el Dragón de la Calle Melquiades. ¿No será usted el monstruo?” – preguntó, con una sonrisa pícara en su rostro.

La miré y le gruñí, como haciendo un chiste. Ella sonrió por compromiso.

– “¿Quieres tomar un café?” – pregunté.

– “Seguro que sí. Vamos, profe.”

Desperté desnudo, desorientado. En mis ojos, el sol naciente. En mis labios un sabor a sangre y lápiz labial. En mis manos, cabello. A mi derecha, un cuerpo de mujer, destrozado. A mi izquierda, la otra mitad del mismo cuerpo de mujer.

Con una pésima combinación de llanto y asco, corrí desnudo por aquel parque, y me encontré de frente con unos policías que hacían su ronda mañanera.

– “Justino Vidal” – repitió el investigador – “háblenos acerca de su noche.”

No tenía absolutamente nada que decir, mi memoria estaba en blanco. Sólo recuerdo un olor a café, una luna en menguante, sus senos apretados a mi pecho, y su suave boca derretida sobre mis labios.

– “Justino Vidal” – insistió – “¿es usted el Dragón de la Calle Melquiades? Este asesinato concuerda con el patrón. La víctima despedazada, como atacada por una bestia. Hay hasta partes que nunca aparecen. ¿Come usted partes de sus víctimas, Vidal?”

– “No. Y no soy el Dragón ese. No sé que hago aquí. Sólo sé lo que aparece en el periódico.”

– “Ahora nos va a negar que usted mató a la joven Clara Montero. Usted no es sólo un animal, sino también un embustero. ¿Quiere ver las fotos?”

– “No. Estuve anoche con ella, pero fuimos atacados por alguien que robó mis pertenencias y le debe haber hecho daño a la muchacha.” – le contesté al policía, con toda la seriedad del planeta.

– “¿Y usted espera que le creamos?”

– “Sí.”

Esta celda era una pequeña y aislada. Me consideraban un prisionero peligroso, aunque realmente siempre fui un caballero con todos ahí, hasta hoy.

– “¡Déjenme salir! ¡Soy inocente! ¡Necesito salir de aquí!”

Pero nadie escuchaba, y a nadie le importaba. Estaba sudando y me dolía mucho la cabeza, asumo que era la ansiedad.

Con cada uno de mis gritos, mi voz cambiaba, y se tornaba más gruesa, más violenta. Estaba perdiendo el control de mi cuerpo, y cada vez aquella pequeña gruta enrejada me parecía más pequeña. Y con un mareo súbito, creo que desmayé.

Abrí los ojos, y no reconocí dónde me encontraba. Uno de los guardias de seguridad tenía un rifle apuntado a mi cabeza.

– “¿Qué ocurrió? ¿Dónde estoy?”

– “Definitivamente, el Dragón de la Calle Melquiades es un apodo muy acertado.”

Aunque me encontraba atado al suelo, pude observar a mis alrededores lo que parecían ser pedazos de seres humanos. Creo que alcancé a contar doce o trece cuerpos, pero puedo equivocarme.

– “¡Dispárale en la cabeza!” – gritó uno de los policías.

– “¿Entonces no recuerdas nada de esto?” – me preguntó aquel hombre, mirándome a los ojos, y con una pistola en mi cara. El sargento tenía la piel abierta en el área del cuello, y mucha sangre en la ropa. No quería ni preguntarle qué o quién había causado esas heridas.

– “¡Quítenle las amarras!”

Se acercaron un par de hombres uniformados enormes, y desamarraron aquellas cadenas. Me puse en pie, y miré mis alrededores.

– “Veinticinco hombres muertos. Doce heridos, incluyéndome a mí. Nunca había visto algo así. Es como una película de terror. Cuénteme Vidal, ¿realmente no recuerda nada de esto? Ah, y no haga ningún movimiento brusco, porque hay francotiradores esperando por mi orden para matarle.”

– “No recuerdo nada de esto. Estaba dormido en mi celda.”

– “Cinco horas tratando de detenerle. Trasladamos a los prisioneros fuera de esta área. Usted es un monstruo. Debería matarle ahora mismo, pero por ahí viene alguien que va a trabajar con usted. ¡Maldito sea, Vidal!”

Me acerqué a su oído, y susurré una palabra: licantropía. Y acompañando mi voz, se abrió fuego contra mi cuerpo. Caí al suelo, sintiendo como me rodeaba una tiniebla espesa y negra, y cómo se me escapaba la vida a borbotones.

Mi Plan Maquiavélico Para Conquistar El Mundo

Recientemente, he ideado un plan maquiavélico para lograr la conquista del mundo.

Tiene una mecánica sencilla: consiste en lograr que me extrañen, en hacerme necesario. Sé que suena como un mal chiste, pero no lo es. También sé que no será fácil, y que tomará tiempo. ¿Qué cómo lo haré? Les explicaré ahora.

Primeramente, me tengo que acercar a todos ustedes, aunque sea por un muy corto instante, y decirles un secreto. Nada complejo, sólo una corta frase que me permita permanecer en sus cavilaciones aunque sea durante algunos minutos. Una vez me encuentre nadando en el tejido de sus cerebros, el resto es sencillo, pues puedo plantar ideas con mis propias manos. Hasta que un día, y con toda naturalidad, yo mismo seré sus ideas, o más bien, las semillas que cultive lo serán.

Lo complejo de este plan es encontrar la frase perfecta, el secreto que los haga pensar, que me permita masajear esa materia gris la cual llamamos “los sesos”. Pero no crean que no la he ideado, ya tengo esa parte de mi estrategia bajo control, y en producción. Imagino que ahora estarán esperando que les diga cuál es ese secreto. Pues no lo haré. Esta parte la tendrán que imaginar, porque si les digo, deja de ser secreto. No importa que me rueguen, no les diré. No es que no quiera… ¡es que no les puedo decir! Bueno, algún día lo compartiré, pero no mientras mi operación esté en desarrollo.

Lo que sigue es simple. Cuando concluya mi tarea de renacer en las cabezas de al menos un millón de personas, entonces dependerá del viajar de boca en boca y de acto en acto, en la exploración de mis temas, porque sé que estas ideas serán expuestas hasta en los más altos foros. Este elemento es uno aleatorio, pero confío en que todas las leyes de probabilidades estarán a mi favor.

Será en este momento, cuándo mis planteamientos y concepciones se encuentren en su momento más intenso, que aparentaré mi desaparición del universo. Y mediante esta ilusión, permaneceré en los verbos y los sueños de todos los entes para siempre, porque la escencia de los ausentes se hace más fuerte cuando no la acompaña su presencia corpórea. Cuando ocurra esto, definitivamente habré conquistado el mundo.

Suena descabellado. Suena inverosímil. Suena prácticamente imposible. Claro, como todo plan maquiavélico para lograr la conquista del mundo. Si fuera una maquinación que tuviera raíces en la realidad, o aunque fuera tuviera un cimiento levemente concreto, ya otro la hubiera llevado a cabo.

Soñando Con Pájaros

Tuve un sueño de lo más extraño.

Estábamos caminando – tú y yo – por la orilla de una playa desconocida, aunque era en Puerto Rico. Te señalé un islote que estaba al lado de una plataforma petrolera, y te dije que ese islote se llamaba “Isla”, porque la compañía petrolera de la plataforma tenía ese nombre. El pedazo de tierra estaba cubierto por unas nubes, y una intensa lluvia.

Mientras andábamos y conversábamos, nos encontramos con un tumulto de gente mirando un hoyo en la arena, de algunos cuatro o cinco pies de profundidad. Aquí se encontraban un cubo de plástico, y tres pájaros moribundos: dos reinitas y un chango. También el mar había logrado su acceso, y estaba inundando lentamente este espacio. Los pájaros se iban moviendo, y se ayudaban entre si, moviéndose a lugares más altos.

Repentinamente, volaron rápidamente sobre las cabezas de la muchedumbre, hacia cielo abierto.

En ese momento, desperté.

Carta De Los Ochenta Años

Mi Amor…

Aquí me encuentro, sentado en esta silla vieja frente a la playa. Estaba escribiendo un poco, como siempre, y decidí dirigirte una carta, tal y como te había dicho que lo haría cuando cumpliera mis ochenta. Sólo te hablaré de mí, y de cómo me ha ido en esta vida, y no espero respuesta. No sé, tan siquiera, si sigues con vida o no, ojalá que sí. Sólo espero que hayas tenido una vida feliz y llena de amor.

Estos años me han tratado bastante bien, no me puedo quejar. Tengo varios hijos que me aman, y los amo también. Me casé tres veces, mi última esposa murió hace seis años. La amé con todo mi corazón. Fue una pérdida dolorosa, pero fue para mejor, estaba sufriendo demasiado a manos de un cáncer.

Si me ves, no me reconoces, me imagino. Ahora sí estoy calvo de verdad, no me queda ni una sola hebra de cabello, y tengo una barba blanca, no muy espesa, y trato de mantenerla ahí. Me gusta como se ve, oculta una cicatriz que tengo en la barbilla, que me hice hace muchos años, corriendo mi motocicleta. Estoy cubierto de arrugas, y a mis manos no les cabe un cayo más. A veces, me falla la razón, pero mis hijos me ayudan a encontrarla. Les he hablado de ti, y a ellos les he encomendado entregarte estas palabras.

Si supieras que, con todo y lo relativamente feliz que he sido durante mi existencia, nunca te he olvidado, y esta carta la escribo con un nudo en la garganta y lágrimas en los ojos.

No te puedo decir que he pensado en ti todos los días, pero lo hago frecuentemente. Suelo sentarme en esta silla, y pensar cómo hubiera sido todo si mi vida hubiera sido diferente, en cómo hubieran transcurrido mis días junto a tu compañía.

Te he extrañado demasiado, me dabas una fuerza que jamás pensé posible. Me llenabas de vida, de un deseo inexplicable de explorar y aventurar, de días distintos, de siembras nuevas. Alimentabas mis ideales, mis pasatiempos, y mi imaginación. Nos complementábamos inimaginablemente, eso es tan difícil de encontrar!

¿Cómo olvidar nuestros encuentros furtivos, y la manera en que solías convertir las horas en minutos? ¿Cómo olvidar todas esas tardes en que te recostabas en mi pecho, y simplemente hablábamos durante horas? ¿Cómo olvidar la delicia de hacerte el amor, dejándonos llevar por nuestros más básicos instintos, dejando atrás la teoría, guiados únicamente por nuestros sentidos?

Quiero decirte, tal y como dije que lo haría, que aún te quiero, y que todavía guardo un espacio para ti en mi corazón. Aunque te advierto que no se encuentra vacío, me he ocupado de llenarlo con fantasías de lo que pudo ser y no fue, con el recuerdo de tu voz, tus besos, tu sabor, tu olor, y tus gemidos. A veces pienso que, con los años, he llegado a amarte, o al menos, a amar lo que pienso que hubiésemos sido. Otras pienso que te amé desde que te vi por primera vez, tímida frente a mi mirada.

Luego de mi segundo divorcio te busqué, y te encontré. Y un día, hasta te espié, como hacen los locos obsesionados. Te vi de lejos, con tu familia, y te veías tan feliz, que no me atreví ni intentar robar un poco de la luz que tenían tus ojos. Como el buen perdedor, tomé mis pasos, y me despedí en silencio.

Cada vez que te dije que te amé en besos, lo hice, y todavía lo hago. A veces, cierro mis ojos y nos imagino cuarenta y cinco años más jóvenes, rodeados de besos y caricias.

Con esto cierro estas líneas. Estoy sólo cumpliendo mi promesa de no olvidarte nunca. Aprovecho para darte las gracias por toda esta vida de recuerdos, aunque no fuimos. Lo que tuvimos cambió mi vida.

Siempre te quiero. Y cuando cierro mis ojos, te amo.

Premios y Distinciones:

29/10/2012: Prosa Recomendada, MundoPoesia.com – seleccionado por la administración a propuesta de usuarios, moderadores y/o jurados.

28/10/2012: Prosa del MES, MundoPoesia.com – Seleccionada por la administración entre las propuestas remitidas por moderadores y/o usuarios.

La Muerte De Katerina: Día Cinco

Ver: Día Uno | Día Dos | Día Tres | Día Cuatro

Hoy me encuentro al borde de mi cama, mirando las telarañas que se forman en el marco de la ventana. Observo también mis uñas carcomidas, y las cicatrices en mis muslos, en mis brazos. Me siento muerta, más mi pecho respira, y mi piel siente.

A lo lejos se escuchaba el crujir de las olas, el cual fue interrumpido por el delicado tamborileo de unos pasos, y una voz tenue que susurró “mamá”, como onomatopeya de mi vientre.

¡Mi bebé había crecido tanto! Parece que fue ayer cuando nació, y antes de ayer cuando le fue regalada a mi vientre. Fue uno de esos obsequios que no pides, no quieres, pero te ves obligada a utilizarlo, a vivirlo, a amarlo.

Se parecía tanto a mí, su piel blanca y su cabello suave, el cual caía como una cascada sobre su delicado rostro. Pero existía algo de quién la engendró, aquel maleficio que se apoderó de mi cuerpo sin mi consentimiento. Era su mirada, la determinación, la sed de obtener lo que desea, así signifique destrozar todo a su alrededor. Cada vez que peinaba su pelo, o arreglaba el cuello de su camisa, no podía evitar pensarlo.

Han pasado ya cuatro años, pensé, cuando escuché su voz entonar mi nombre. Maldito sea el día en que fuiste creada, pequeño demonio. Bendito sea el día en que naciste, pequeño ángel.

Cuando miré, estaba recostada del marco de la puerta. Primero pensé que tenía un juguete en sus manos, pero luego distinguí el matiz metálico que distinguía a la muerte súbita. Corrió a donde mí, y con una dulce sonrisa, apuntó hacia mi rostro, y antes que pudiera decir o hacer cualquier cosa, me parece haberla escuchado decir “bang”.

Me rodeaba una oscuridad lúgubre, me sentía ajena. Lo único familiar de este paisaje era el sabor a sangre, pero condimentada con un sazón metálico.

Cuando mis ojos se aclimataron al medio ambiente, pude ver una niña gigante y deforme mirándome detenidamente. Su piel se veía áspera y morada. Sus ojos, burlones. Sus pies, descalzos y sucios, al igual que el vestido blanco que llevaba. Su cabellera goteaba sudor, y parecía una red de algas llenas de mar. Sus manos, una de ellas sosteniendo una Colt que yo había comprado hacía poco menos de cuatro años.

Creo que mi respirar susurró Graciella, pero ella no escuchó, sólo me miraba con ojos curiosos. Debe ser porque mis labios no se movieron. Luego, comenzó a reir, y acercó su mano a mi frente. Traté de agarrarla, pero no me pude mover. Sin más remedio, vi como humedecía sus dedos en el torrente de vida que salía de mi rostro, los llevó a su boca, y los dejo caer por su cuello.

Mi subconsciente quería vomitar, pero mi cuerpo no respondía a ninguna orden de mi cerebro. Me sentía como una muñeca inerte, una marioneta sin titiritero. Sólo podía observar lo que tenía de frente, una versión grotesca del producto de mis entrañas.

Su risa, ahora burlona, no mermaba. De manera muy juguetona, se dio media vuelta, y corrió hacia la puerta. Alcancé a escuchar sus pasos bajando las escaleras.

Katerina se encontraba en el suelo, recostada de un lado de la cama, casi sin rostro. Su respiración era débil, y temblaba su pierna derecha. La mayoría de sus expresiones faciales se encontraban sobre la cama, el resto, quien sabe dónde.

El el primer piso, la niña correteaba nerviosa con la pistola en sus manos. Subía los escalones, miraba de reojo el cuerpo de su progenitora, y los bajaba, como quien no sabe que hacer.

Mamá parece una muñeca, ahí tirada.
Mamá no se mueve, ni hace nada.
Mamá está casi desangrada.
Mamá ayúdame, estoy asustada.

Me sentía muy mareada, y cuando finalmente me puse mover, lo que vi a mi alrededor fue un mar oscuro, del cual saltaban pequeños peces verdes. Me encontraba en un barco, como esos de pesca, tripulado por mucha gente. Se escuchaban murmullos casi inaudibles, acompañados del zumbido constante del motor.

– “¿Abuela?”

– “Shhhhh… Que no te oiga…”

– “¿Quién?”

Y señaló a un pequeño individuo que tenía una pequeña libreta y un lápiz. Era un enano, muy corpulento para su estatura, de aspecto isleño. Llevaba el cabello trenzado a la altura de los hombros, ropa oscura, y una capa que parecía color marrón. Se volteó a mirarme, al igual que todos en aquella embarcación, y se acercó con pasos muy rápidos.

Cuando lo miré a sus ojos, eran vacíos. Eran sólo una cuenca con un brillo, o al menos, eso parecía. Alzó su mano, y desde su altura, me dio una bofetada.

– “Shhhhh… Aquí el que habla soy yo. Tu ya no tienes ese derecho.”

– “Pero, ¿quién coños es usted?”

Y otra bofetada cruzó mi rostro, pero esta vez lo abofeteé de vuelta, y como acto casi instantáneo, las manos de abuela envolvieron mi cuerpo, me acercaron al borde de la embarcación, y me lanzaron al agua.

Mientras me hundía, tragaba de aquel mar, cuyo sabor era putrefacto. No era profundo, rápidamente toqué su fondo arenoso y áspero. Abrí mis ojos, y todo era rojo, parecía un lago de vino, con sabor a muerte. En el fondo yacían miles, tal vez hasta millones de huesos. Con un impulso, nadé hacia la superficie, sólo para ver un cielo, también rojo. A lo lejos vi tierra firme, y nadé hacia ella. A medida que me acercaba, distinguí una pequeña niña sentada con sus piernas cruzadas.

– “¿Graciella?”

Ella me miró, con ojos perdidos, llorosos y deformes. Se veían mucho más pequeños de lo que son en realidad. Se veían muy pequeños para cualquier rostro.

Cuando me acerqué más, nos abrazó un manto de oscuridad. Era todo una noche sin estrellas, dónde sólo se escuchaban nuestras respiraciones. Ni aquel mar hablaba. Y repentinamente se hizo claridad, pero de la que ciega, y un trueno ensordecedor.

Aquel era un pasillo redondo y gris férreo. Se escuchaba un eco murmulleante, producto de la conversación entre cientos de cuerpos morados, desnudos y sin sexo. Sus rostros no tenían facciones, pero todos reclamaban un pedazo de Katerina.

Se acercaron, y primero comenzaron a tocarla. Luego, la tiraban de los brazos, la mordían, la llamaban por su nombre. No podía correr, no había lugar para la huida. Trataba de dar la pelea, pero sus esfuerzos eran inútiles.

Sentía las mordidas desgarrantes, y el dolor la atormentaba. Sentía el deseo de morir, pero nadie le complacía, sencillamente arrancaban pequeños trozos y los engullían, como una de esos rituales canibalísticos que nadie se atreve a mencionar.

Cuando miró a lo lejos, disinguió a su hija, sonriendo en una esquina, como disfrutando aquel perverso espectáculo.

– “¡Maldita seas! ¡Te odio! ¡Mal nacida! ¡Maldito producto de la puta violación!”

El ambiente se tornó inmóvil. Todos parecían mirarla estupefacta, y Graciella comenzó a llorar. Aquellos entes retrocedieron, lentamente, mientras la niña se acercaba. Con una expresión rábida, y de un mordisco, engulló la cabeza de su madre, sin permitirle ni un respiro de consuelo.

Su lengua acariciaba mis tobillos, mis muslos y mi placer. Mi cuerpo lloraba un río de éxtasis, al sentir el calor de su boca y sus dedos dentro de mi. Gemíamos, ella de deseo, yo por lo delicioso que se sentían aquellos besos embriagantes.

Cuando abro los ojos, se encuentra mi pequeña con sus manitas acariciando mis senos. Sentía un placer horrorosamente incorrecto. Traté de moverme, pero no podía, mi cuerpo era presa de unos amarres que no podía ver.

No hagas eso, por favor.

Pero continuaba con su juego y sus caricias, mostrándome una mirada perversa. Y descendió nuevamente a acariciarme entre mis piernas con su boca húmeda. Y me penetró, una y otra vez, no sólo con sus dedos o con su manos, sino hasta con su pequeño y delicado brazo infantil. Sentía como llenaba todo mi espacio vacío con su exploración.

Y aquel incómodo placer se fue convirtiendo en un desgarrador dolor, cuando comenzó a introducir, primero su otro brazo, luego su cabeza, y lentamente su pequeño cuerpo. Grité, fuertemente, y nuevamente me cegó ese maldito resplandor imposible.

– “Llévatela, el pulso es débil, pero respira” – conversaban unas personas enmascaradas, a quienes casi no podía discernir.

– “Chiquita, todo va a estar bien, no te preocupes. Mamá se va a mejorar.”

Mi hijita me miraba, pero yo me encontraba imposibilitada de hacer cualquier gesto o movimiento. Traté de sonreír, pero lo único que logré fue exhalar.

Y ahí estaba, robando mi atención, un destello plateado justo al lado mío. Y con lo que me restaba de fuerzas, tomé esa Colt en mi mano izquierda, la acerque a mi cabeza… Bang, repetí en mi mente, y todo se volvió gris.

Reseñando Blogs, Página 1

Les confieso que me encanta leer blogs del patio. Me permite explorar los cerebros de mis compañeros seres humanos, de una manera bastante personal.

Hay tantos tipos de blog, como hay personas que los escriben. Hay quienes sencillamente confían en nosotros, los lectores, su diario personal, mientras hay otros que exponen sus trabajos artísticos y literarios.

Hoy decido reseñar diez blogs que sigo casi de manera religiosa, sencillamente porque pienso que me permiten conocer mucho de la idiosincrasia de sus autores. Son análisis a vuelo de pájaro, ordenados aleatoriamente, cuyo único propósito es presentar mi opinión personal al respecto de cada uno de ellos, a manera de guía para aquel lector nuevo. No son críticas en cuanto a estética y estilo, sino más bien un resumen de su contenido y temática.

Espero que sean de su agrado. Sus comentarios son bienvenidos, como siempre. Y si me va bien, esperen los próximos diez en un futuro no muy lejano.

Desde mi Escritorio [Mojado]

http://escritoriodejmr.blogspot.com/

Este es un blog mayormente de poesía, cuyas dos autoras, Anadí y Cleopatra Buendía, son seudónimos de la misma persona, cada cual caracterizado por un tono diferente en sus entradas.

Estos escritos muchas veces han servido de musa para los míos. Pienso que son muy buenos, generalmente emotivos, y aparentan ser reflejos del día a día que vive su autora. Hay otros que reflejan una reacción a situaciones sociales actuales, como la huelga de la Universidad de Puerto Rico, por ejemplo.

En general, es un lugar bastante frecuentado, el cual cuenta con una base de usuarios fieles, en su mayoría blogueros, y lo recomiendo especialmente para aquellos amantes a la poesía.

Debo resaltar que este fue el blog que comenzó mi deseo de exploración de estos espacios electrónicos, hasta finalmente comenzar uno para compartir mis líneas con mis lectores.

BoriFrases

http://borifrases.blogspot.com/

En este espacio podemos encontrar citas variadas de personalidades puertorriqueñas, desde los grandes ilustres, hasta otros menos reconocidos, con tendencia al mensaje en favor a una nación libre y soberana. La recopiladora de tan valiosa información es una amiga a quien le guardo mucho cariño, una estudiante universitaria quien se hace llamar simplemente Grace.

Aunque mis citas favoritas son las de Pedro Albizu Campos y las de Julia de Burgos, podemos encontrar contenido del grupo de reggae Cultura Profética, del brillantísimo Luis Rafael Sánchez, el pelotero Roberto Clemente, y otros gigantes como Hostos, Betances, y Filiberto Ojeda. Es un favorito personal, muy recomendado, que inivita a releerlo una y otra vez si eres asiduo de escudriñar cerebros e identificarte con los más grandes.

CerebroFucker

http://www.cerebrofucker.com

Este blog lleva vivo desde el 2008, y es uno de los más variados que leo. 

Su autor se autodenomina Darko Flores, y puedes encontrar desde críticas sociales, experiencias personales, y poesía, entre otros. Se caracteriza por no escatimar en recursos para plasmar sus más profundas pasiones y sentimientos de manera muy explícita, permitiéndonos adueñarnos de sus pensamientos en crudo por algunos minutos, y compartir sus ideologías e inquietudes.

Tengo que admitir que me fascinan las entradas, aunque no las he leído todas, porque son bastantes. Es tremendo punto para el contraste y debate de ideas, y los invito a leerlo, les va a gustar.

TBI Army Wife

http://tbiarmywife.blogspot.com/

El propósito de este blog es uno muy sencillo, además de uno muy noble. Es dar apoyo a los cónyuges de pacientes de lesiones cerebrales traumáticas, o TBI, por sus siglas en inglés.

En lo personal, me conmueve bastante, porque su autora es mi amiga, a quien le debo, y el paciente de TBI es un gran amigo de universidad, quien también lleva un blog relacionado al tema, y el cual reseñaré en un futuro no muy lejano.

Realmente, son historias de superación, de un día a día a veces doloroso, pero la autora logra llevar ese tono esperanzador que necesitamos todos cuando estamos atravesando un momento difícil. Es una guía y terapia, no sólo para los que viven con un paciente con esta condición, sino para todos, quienes tenemos mucho que aprender de estos magníficos seres humanos.

girl(ithink)iknow

http://girliknow.wordpress.com/

Este es mi blog favorito.

No tiene trescientas entradas ni tres millones de visitas mensuales, pero es un espejo de la autora. Nos deja ver su lucha con su salud, sus sentimientos hacia su familia, su amor al beisbol, y su identidad nacional, en una lectura amena, que a veces nos sacará carcajadas, y otras, alguna lágrima. Es transparente en el reflejo de su “yo interno”, estas lecturas son definitivamente el diario personal de girliknow.

No es una recolección de eventos diarios, lamentablemente, pero es lo suficientemente recurrente para que se despierte el deseo de continuar leyendo, a modo de novela. Lo recomiendo mucho.

Saudades

http://loincomensurable.blogspot.com/

“Saudades” es una palabra del portugués que expresa “un sentimiento afectivo primario, próximo a la melancolía, estimulado por la distancia temporal o espacial a algo amado y que implica el deseo de resolver esa distancia”, lo cual Mio Manantial expone claramente en este blog, rico en poesía erótica y melancólica.

Es una lectura ligera, pero sensual, que es perfecta para su lectura casual, la cual garantiza subirles la temperatura con sus preciosos versos.

sin frostin

http://sinfrostin.blogspot.com/

Este blog es uno de los espacios personales del comediante Carlos Ambert, en el cual nos expresa, de manera jocosa, su descontento por las situaciones actuales de nuestro país, enfatizando una crítica social y política, con un leve sabor a izquierda. También sirve como medio promocional para sus presentaciones, y la exposición de videos de actualidad o humorísticos.

En general no son lecturas livianas, pero tu tono gracioso las hace divertidas. Es un blog que sigo bastante de cerca.

La Demente Intelectual

http://dementeintelectual.blogspot.com/

Si fuera a categorizar este blog, lo haría como uno “Alternativo”. Es otro de mis favoritos, por su contenido variado y poco usual. Es una extroversión de versos y opiniones que no nos pueden ocasionar otra cosa más que agrado por la sinceridad de nuestra autora.

Los versos son de temática poco usual, rayando en lo bohemio, y tienen una tendencia rítmica y movida. Mientras que los escritos en prosa, aunque algo extensos, no te permiten parar de leer hasta finalizarlos.

Es de las primeras recopilaciones que sigo, más o menos desde mismo tiempo que comencé a leer blogs.

Blasfemias y Recuerdos

http://blasfemiasyrecuerdos.blogspot.com/

De todos los blogs que persigo activamente, este debe ser el que más actividad tiene, aparte de ser, aparentemente, un gran favorito entre blogueros y transeúntes casuales.

Este es un blog “De Actualidad”, caracterizado por una foto de “Don Ramón” en su título, y por utilizar un lenguaje sarcástico para resaltar su mensaje. El autor utiliza dos seudónimos: Alkarah José Hirán, quien es el autor de las entradas más jocosas y soeces, y Vlade, quien le da un matiz distinto, un poco más serio y artístico.

Aquí hay entradas con rimas, prosa, fotos y video. Es un lugar el cual, si eres un lector de blogs asiduo, es obligatorio leer.

Intento Moribundo por Versar

http://maytekairuz.blogspot.com/

La Titi nos regala sus versos en estas bellas entradas.

“Intento Moribundo por Versar” cuenta con una temática variada, pero predominan los versos eróticos y los de amor. Hay prosa, pero no es el alma del blog, aunque generalmente es un fluir de conciencia que nos permite conocer a la autora mas profundamente.

El escrito que más me ha llamado la atención es “Reclamándole A Dios”, y es el causante de mi adicción con estas letras. Es una prosa llena de sentimiento, reclamando a un ser supremo por la pérdida de un alma querida.

Hay demasiadas entradas como para leerlas en quince minutos, pero creo que vale la pena sacar varias horas para dedicárselas a estas líneas, y luego, seguirlas de cerca. Son mágicas, son increíbles.