No Me Preguntes

Escucho el crujir del cielo, y lo veo desmoronarse en un destello, mientras conduzco mi automóvil a través de una avenida sin final. ¿A dónde nos lleva, llena de piedras y sinsabores, de vidas y decepciones, rodeada por árboles, miradas extraviadas y las vías del tren?

No me preguntes, porque llevo conduciendo por mucho rato y estoy cansado. Estoy añorando tus labios calientes, para olvidar las vueltas de la rueda, la cual gira y gira sin consideración de nadie — ni del tiempo, ni mía. Espero pacientemente por la caricia de tus manos, que se deslice sobre mi pecho y mi cabello, que tus uñas rasguen mi espalda. Siénteme llegar a tu alcoba, sin preguntar nada, y vamos a enredarnos entre tus sábanas de seda y piel.

¿Por qué me preguntas si mis labios tienen amor para ti? Si cuando acaricias mis manos callosas, puedes sentir la vida de un chofer cansado de conducir sobre arena, tierra y piedras, pero dispuesto a recorrer el camino de su vida contigo.

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